La promesa de los espacios abiertos en las oficinas—más colaboración, menos barreras— trajo consigo un efecto colateral persistente: el ruido. Tras años de quejas por conversaciones cruzadas, llamadas interminables y zumbidos constantes, empresas de todos los tamaños están reescribiendo el guion del diseño corporativo con una nueva protagonista: la acústica.
La tendencia va del “open plan” indiscriminado a una planificación por usos —o zoning— que intenta proteger la concentración sin sacrificar la interacción.
El costo invisible del ruido
No es solo una molestia. La exposición sostenida a ruido ambiental en oficinas se asocia con fatiga cognitiva, estrés y menor satisfacción laboral, según múltiples investigaciones en ergonomía y salud ocupacional.
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Organismos como la Organización Mundial de la Salud han reconocido el impacto del ruido ambiental en la salud mental y el bienestar.
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En el entorno laboral, eso se traduce en más interrupciones, errores, y un consumo mayor de recursos atencionales para tareas complejas.
En las oficinas abiertas, la voz humana es el distractor más invasivo: el cerebro está programado para procesar el lenguaje, aunque no queramos. De ahí que una llamada a dos mesas de distancia “secuestre” la atención del resto.
La ciencia detrás del silencio útil
Tres variables mandan en la acústica de oficina:
- Tiempo de reverberación: cuánto “flota” el sonido en el espacio. Valores altos amplifican el ruido general.
- Aislamiento: qué tan bien se impide que el sonido viaje entre zonas y salas.
- Enmascaramiento: nivel de ruido de fondo controlado que reduce la inteligibilidad de las conversaciones ajenas.
La meta no es el silencio absoluto —imposible y, de hecho, incómodo—, sino un paisaje sonoro predecible y adecuado a cada actividad.
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Del “todo en una sala” al zoning
El zoning parte de una idea simple: diferentes tareas requieren diferentes ambientes.

Por eso, las oficinas que han aprendido la lección del ruido están organizando el espacio en capas:
- Áreas de foco profundo: puestos individuales o bibliotecas silenciosas, con materiales de alta absorción en techos y paredes, divisores acústicos y un protocolo de silencio explícito.
- Zonas de colaboración: mesas de proyecto y áreas sociales donde las conversaciones están permitidas, con control de reverberación para evitar el efecto “cantina”.
- Cabinas y salas para llamadas: microespacios cerrados con aislamiento suficiente para videollamadas, liberando al área abierta del ruido de voz.
- “Soft rooms” y salas híbridas: destinadas a talleres o reuniones mixtas, con tratamiento de baja frecuencia y micrófonos direccionales para evitar ecos en videoconferencias.
La clave no es solo construir estas capas, sino señalizarlas y gobernarlas: políticas claras de uso, ocupación visible en tiempo real y normas de etiqueta sonora (desde el uso de auriculares hasta límites para altavoces externos).
Herramientas del nuevo kit acústico
La tecnología y los materiales han madurado:
- Absorbentes y difusores: paneles murales y de techo con alto coeficiente de absorción reducen la reverberación sin “matar” la energía del espacio.
- Mobiliario acústico: sofás tipo “alcoba”, biombos con núcleo fonoabsorbente y lámparas acústicas que actúan como islas de calma dentro del open plan.
- Enmascaramiento sonoro: sistemas que emiten un ruido de fondo calibrado —cercano al espectro del habla— para reducir la inteligibilidad de conversaciones ajenas sin elevar la sensación de ruido.
- Vidrio y puertas mejorados: cerramientos con juntas perimetrales y doble vidrio logran saltos de privacidad auditiva sin renunciar a la luz natural.
- Sensórica y analítica: medidores de nivel sonoro y ocupación que permiten ajustar, en tiempo real, el enmascaramiento o redistribuir actividades cuando una zona supera umbrales.
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Métricas que importan
- Niveles de ruido de fondo apropiados a la tarea (más bajos para foco, más altos y controlados para colaboración).
- Objetivos de privacidad del habla en zonas abiertas, medidos por la caída de la inteligibilidad a pocos metros.
- Tiempos de reverberación objetivo por tipología de sala, que mejoran tanto la claridad del habla como la inteligibilidad en videollamadas.
- Feedback continuo de ocupantes, correlacionado con datos de ruido y producción.
Más que una foto, lo que sirve es la película: medir antes y después, y ajustar con ciclos cortos.
Cultura y reglas: la mitad del éxito
La mejor ingeniería fracasa si la cultura no acompaña.
Las organizaciones que reportan mejoras sostenidas combinan inversión en infraestructura con microacuerdos operativos: reservar las llamadas para cabinas, establecer “horarios de foco” en áreas abiertas, limitar reuniones en pasillos y formar a los equipos en etiqueta sonora.
Señalética clara y mapas de ruido accesibles ayudan a que las personas autogestionen su entorno.
El argumento de negocio no es menor. El ruido crónico drena productividad y alimenta el agotamiento. Mejorar la acústica —y, con ello, la percepción de control sobre el entorno— reduce el estrés y la fricción entre equipos.
En contextos de trabajo híbrido, un entorno que protege la concentración se vuelve ventaja competitiva para atraer a quienes necesitan razones tangibles para dejar la comodidad del hogar.
Si el presupuesto es limitado, hay pasos de alto impacto y bajo costo: tratamiento del techo, alfombras, reubicación estratégica de impresoras y cafeteras, y una política firme de “llamadas en cabinas”.
Las intervenciones de mayor calado —enmascaramiento, cerramientos, redistribución— suelen programarse por fases para minimizar interrupciones.
Lo que viene: oficinas que escuchan
La próxima ola combina diseño y datos. Sistemas que ajustan de forma automática el enmascaramiento según ocupación, algoritmos que sugieren la mejor zona para cada actividad y materiales bio-basados que absorben sonido sin añadir peso son ya parte de pilotos en distintas ciudades.
El objetivo no es silenciar la oficina, sino componer un paisaje sonoro que acompañe al trabajo, proteja la salud mental y devuelva a la colaboración su mejor versión.
En un mundo de distracciones perpetuas, la acústica dejó de ser un detalle técnico para convertirse en estrategia central. El silencio —o, mejor dicho, el sonido bien diseñado— es la nueva infraestructura de la concentración.
