Entrenamiento de gatos: cuatro trucos que tu felino puede aprender hoy mismo

Gato con muchas medallas.
Gato con muchas medallas.Shutterstock

Los gatos, dueños de un mundo secreto, pueden aprender sorprendentes trucos con el método adecuado. La ciencia respalda este viaje de conexión entre humano y felino, transformando mitos ancestrales en un nuevo horizonte de convivencia enriquecedora. Te mostramos cómo.

Los gatos no son perros… pero tampoco son indomables. Aunque su fama de independientes suele imponerse, la evidencia y la experiencia de educadores felinos coinciden: con refuerzo positivo, sesiones breves y objetivos claros, los gatos pueden aprender conductas útiles y hasta divertidas.

Desde sentarse a demanda hasta entrar al transportador sin dramas, el adiestramiento felino dejó de ser rareza para convertirse en una herramienta de bienestar.

El mito de “no se puede” y qué dice la ciencia

La idea de que los gatos no aprenden o “no obedecen” se cae al mirar cómo funcionan su motivación y su memoria.

Un gato está sentado.
Un gato está sentado.

Organizaciones de referencia como la ASPCA y la International Association of Animal Behavior Consultants recomiendan el entrenamiento con recompensas por ser seguro y efectivo: el animal repite aquello que le trae consecuencias positivas.

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En gatos, eso suele ser comida de alto valor (premios blandos, un poco de atún), juego con su juguete favorito o caricias si ya están relajados.

La clave es el contexto: sesiones de uno a tres minutos, en momentos en que el gato esté receptivo (antes de la comida funciona muy bien), sin castigos ni presiones.

Un “clicker” o una palabra corta (“sí”) marcan con precisión el instante correcto y aceleran el aprendizaje.

Cuatro trucos que podés enseñar hoy

Sentarse, venir al llamado, dar la pata y entrar al transportador son objetivos alcanzables para principiantes. Requieren un par de sesiones cortas por día y consistencia durante una semana.

Un gato está dando la patita a su dueño.
Un gato está dando la patita a su dueño.

Algunos gatos lo logran en horas; otros, en varios días. El ritmo lo marca el felino.

  • Sentarse. Sostené un premio frente a la nariz del gato y movelo suavemente hacia arriba y atrás, guiando su cabeza. Cuando el lomo baje y las patas traseras toquen el suelo, marcá el momento con el “click” o el “sí” y entregá el premio. Repetí tres o cuatro veces y sumá la palabra “sentate” justo antes del movimiento. Si el gato se aleja, cortá y retomá más tarde: la pausa también enseña.
  • Venir al llamado. Elegí una señal constante (su nombre + “vení” o un tintineo de cucharita en el pote). Empezá a poca distancia: emití la señal, el gato te mira o da un paso, marcá y premiá en tu posición. Aumentá la distancia de a poco y premiá siempre que llegue. Para generalizar, practicá en distintos ambientes de la casa. Evitá llamar para cosas desagradables (corte de uñas, medicación), así no “quemás” la señal.
  • Dar la pata o “high-five”. Con el gato sentado, cerrá un premio en tu puño y acercalo al suelo, frente a una pata. La mayoría intentará tocar con la pata para explorar: marcá ese toque y premiá. Tras varias repeticiones, abrí la mano y elevá la palma para modelar el “high-five”. Recién entonces agregá la palabra (“pata” o “choca”). Sesiones cortas: es un truco físico y mentalmente demandante.
  • Entrar al transportador sin estrés. Convertí la caja en un lugar predecible y seguro, dejándola abierta y disponible a diario con una manta familiar. Empezá premiando cualquier acercamiento: oler, mirar, poner una pata. Marcá y recompensá. Luego, premiá dentro de la entrada; más tarde, adentro del todo. Cuando entre con fluidez, cerrá la puerta por uno o dos segundos, premiá y abrí. Subí el tiempo gradualmente. Evitá “embolsarlo” a último momento: eso refuerza el miedo.

Consejos para que funcione

El entrenamiento felino no se trata de “mandar”, sino de construir cooperación. Elegí recompensas que a tu gato realmente le importen; lo que vale para uno puede no motivar a otro.

Mantené las sesiones antes de la comida principal y en ambientes sin distracciones. Tres a cinco repeticiones correctas son suficientes: es mejor terminar con éxito que “gastar” el interés.

Si el gato bosteza, se sacude, se acicala con insistencia o mueve la cola con irritación, está diciendo “basta por hoy”.

La consistencia de la familia suma. Usar las mismas palabras y gestos evita confusiones.

También ayuda dividir los objetivos en pasos pequeños: si “venir” desde el dormitorio es demasiado, arrancá desde un metro en la sala.

Por qué vale la pena

Más allá del show, entrenar mejora la convivencia y reduce el estrés.

Sentarse antes de la comida ordena rutinas. Venir al llamado aumenta la seguridad en balcones y patios. Dar la pata fortalece el vínculo a través del juego.

Y entrar al transportador sin pánico facilita visitas al veterinario y mudanzas. Para gatos tímidos, el aprendizaje controlado enriquece su ambiente y les da herramientas para enfrentar novedades con menos temor.

Si surgen conductas problemáticas —agresiones, miedos intensos, eliminación fuera de la bandeja— conviene consultar a un veterinario o a un profesional en comportamiento felino.

El entrenamiento es un complemento, no un reemplazo del cuidado médico ni del bienestar ambiental (rascadores, escondites, juego diario).

La conclusión es sencilla: sí, los gatos se entrenan. Y con cuatro trucos simples, podés empezar hoy mismo a hablar un idioma común con tu felino, uno hecho de respeto, paciencia y pequeñas victorias compartidas.