Los medios rebosan del término “escándalo”. Hay escándalos por donde se mire en el revuelto circo del poder. El escándalo nuestro de cada día está siempre ahí. Es una grácil rutina que se genera tan escandalosamente que ya a nadie escandaliza. Un escándalo que en otros países mueve un gobierno, aquí solo mueve dedos en la mecanografiada dimensión de las redes sociales.
La farándula alude al mundo del espectáculo. El Diccionario, en la cuarta acepción de dicha palabra, incluye “farsa” como su sinónimo. Farsa apunta a lo grotesco. Y pienso en nuestra política, que más allá de lo dramático, ronda lo farsesco, lo caricaturesco. La semana pasada el país se regodeó con sainetes protagonizados por intérpretes estrafalarios.
“Es impresionante lo que puede lograr este país cuando se propone unirse por una causa”. Palabras de Gustavo Alfaro, a quien se escucha hoy con atención. Sus despliegues retóricos fueron acompañados por un resultado magnífico: la clasificación albirroja para el Mundial.
Los colorados saquearán Ciudad del Este si ganan las elecciones municipales. Lo anunció el propio candidato, Roberto González Vaesken, pintoresco exgobernador de Alto Paraná. El hombre promete 1.500 puestos para seccionaleros. En Asunción, tratarán de licuar el informe del interventor para seguir manteniendo a miles de parásitos que nos roban. Nadie habla de mejorar las ciudades. Solo se piensa en el saqueo.
Poco antes de que el interventor Carlos Pereira presentara su informe al Ministerio del Interior, Oscar Rodríguez renunció a su cargo de intendente municipal luego del irresistible apriete de su propio partido. Nenecho se había transformado en una carga para todos. Él se va, pero el sistema mafioso que destruye Asunción, desde hace tiempo, queda intacto.
Es curiosa la relación de nuestro gobierno con Estados Unidos. De Donald Trump pensaron: un “amigo en la Casa Blanca”. No parece serlo tanto. El miércoles 13 un furibundo informe del Departamento de Estados criticó acciones del poder en el Paraguay. El jueves ese mismo Departamento firmó con la cancillería paraguaya un extravagante acuerdo que no sabemos en qué cuernos nos convendría.
En su intervención durante el tratamiento del caso sobrinos de Noelia Cabrera, el senador Ignacio Iramain, una luz en las tinieblas parlamentarias, rogó “que nuestra estupidez no sea infinita”. Basó su proposición en dos escritores, uno de ellos, Pino Aprile, especie de Helio Vera italiano. La defensa de la senadora pillada en flagrancia, sin embargo, nos expuso crudamente que la estupidez está muy cómoda en varios curules.
Con el resabio caliente de los exhibicionistas correlí esteños, mboriahukuemi devenidos en potentados koygua mediante la “política”, el jueves 31 de julio evocamos el nacimiento de dos colorados cuya memoria parece no estar ya en la agenda partidaria: Waldino Ramón Lovera e Ignacio A. Pane. Ejemplos de decencia, honestidad y sabiduría.
Tomamos el término “mafia” en la tercera acepción del diccionario de la Academia: “Grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos”. Cetrapam es eso: una organización que extorsiona al Gobierno y somete a la ciudadanía a una angustia inhumana. La reforma del transporte metropolitano debe hacerse sin los mafiosos. Si no, no será reforma.
“Si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político”. Esta sentencia es de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), escritor británico de lapidaria ironía. Lo recuerdo cuando escucho hablar a insignes políticos que en la medida en que se enriquecen materialmente, se empobrecen moralmente.