Donald Trump tiene mucha prisa. La premura, además de un carácter pendular, es una de las características del presidente estadounidense. ¿Y a qué se debe tanto apuro para ciertas cosas? Pues a su deseo de que le otorguen el Premio Nobel de la Paz a toda costa. O sea, a cualquier precio.
El Dalai Lama ha vivido toda su vida adulta en el exilio. Fue en 1959 cuando se vio obligado a dejar su tierra natal –la región autónoma del Tíbet que a partir de 1950 cayó bajo el dominio de la República Popular China–, debido a la persecución del ejercito comunista chino.
A Donald Trump le gusta creer que él es “The Boss” en su país y en el resto del mundo. Al menos así se comporta cuando les tiende emboscadas a jefes de Estado en el Despacho Oval o en las conferencias de prensa despacha a los medios con expresiones de perdonavidas.
