Un par de semanas atrás, el simple pedido de una pizza terminó en un dilema familiar, donde todos opinaron y tenían razón con sus argumentos en mayor o menor medida. No tuvieron que ver el precio, ni los ingredientes, ni siquiera el tiempo de espera. Nobleza obliga, llegó “on time”, pero el tema es cómo… El muchacho del delivery no usaba casco y su moto estaba a simple vista en muy malas condiciones. Al reclamar estas cosas, no prestó demasiada atención ni interés, así que opté por rechazar el pedido, lo que tampoco pareció importarle demasiado.
La agradable y prolongada sobremesa del domingo se entristeció de pronto ante la noticia del fallecimiento de don Guillermo Caballero Vargas. La voz señorial se había apagado, duro de asimilar para muchos de nosotros en quienes el Encuentro Nacional encendió la creencia de que Paraguay podía ser un país mejor. También nos enseñó que la ilusión democrática trae grandes decepciones.
Igual que la escarapela tricolor que lucimos en el pecho los últimos días, Asunción, nuestra querida Madre de ciudades, a veces un poco olvidada, brilló -y mucho- durante las fiestas patrias. El centro capitalino lució como en sus mejores tiempos: banderas paraguayas ondeando, guirnaldas rojas, blancas y azules cruzando las calles, y fachadas iluminadas con luces tricolores. La Plaza de la Democracia y la calle Palma convertidos en una suerte de corredor patriótico, donde cada paso nos trasladaba a nuestra historia e identidad nacional. Por unos días, Asunción volvió a enamorar.
El puente atirantado entre Asunción y la región occidental no es solo una proeza de la ingeniería y una postal de la modernidad en avance: es también una puerta simbólica y cómoda a la región hacia la que imperativamente debe volcarse la capital. El cruce hacia Chaco´i es ahora rápido, y nos permite ver con mucha claridad que allí se está gestando una transformación urbanística sin precedentes.
Existen expresiones que no solamente suenan mejor en nuestro idioma vernáculo, sino que hasta las sentimos en guaraní. Fue la sensación al escuchar el discurso de graduación de Jesús Barrios Chamorro: una especie de descarga eléctrica, la mejor forma de describirla. Muchos sentimos que se nos erizaba la piel, y también asomaron lágrimas. Ante un testimonio tan meritorio y auténtico, no existen barreras.
Durante la Semana Santa pasada, aprovechando el buen clima de ese feriado largo, el grupo de amigos decidió dedicar una jornada a la pesca. Si bien debido a la larga sequía y lo encajonado que encontraron el río la perspectiva no era de lo más auspiciosa, se encaminaron bien predispuestos a probar suerte en el Monday, afluente del caudaloso Paraná. Como manda la tradición, las cañas de pescar estaban listas, la carnada seleccionada y la conservadora bien llena con avíos y desde luego algo para tomar. Todo presto para pasarla de la mejor manera.
Viajar al sur del Paraguay es reencontrarse siempre con una parte del país que, al margen de cualquier situación, avanza con pasos firmes. Es que toda la región, especialmente Itapúa, deslumbra por su dinamismo económico y social. Cada visita nos deja con la agradable sensación de que allí se respira un aire diferente, cargado de esfuerzo, orden y visión de futuro. Es innegable: el sur del Paraguay es pujante, y siempre digno de admirar.
A lo largo de la historia la verdad ha sido, con demasiada frecuencia, una amenaza para los poderosos. Razones hay muchas para esto: sea porque apeligra los pilares sobre los que construyen sus privilegios, sea porque simplemente desenmascaran realidades apenas y mal disimuladas. Aquí y ahora, esa historia parece repetirse, cuando desde lo más alto del gobierno se arremete contra los medios de prensa, y no porque mientan sino por esa costumbre crónica de incomodar que tienen. Y, con sesgos que nos recuerdan la Inquisición, se intenta acallar la verdad tachándola de herejía.