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Durante la Guerra Fría, la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética representó una competencia feroz por lograr la supremacía en el espacio.
En este contexto, los científicos utilizaron primates para probar los efectos del vuelo espacial en organismos biológicos, dado su parecido fisiológico con los seres humanos.
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Los homínidos fueron elegidos debido a sus similitudes genéticas y biológicas con los humanos.
El estudio de sus respuestas físicas y psicológicas durante el viaje espacial ayudaría a predecir los desafíos y formular soluciones antes de enviar a hombres y mujeres al cosmos.
Primeros pasos en el espacio
El primer homínido en llegar al espacio exterior fue el chimpancé Ham.
El 31 de enero de 1961, Ham fue lanzado desde Cabo Cañaveral, Florida, en la misión Mercury-Redstone 2 de la NASA.
Su vuelo suborbital alcanzó una altitud de 253 kilómetros y una velocidad máxima de 9336 km/h.
Ham fue cuidadosamente entrenado para realizar tareas, como mover palancas, en respuesta a luces de colores, durante su breve viaje.
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Estas tareas fueron diseñadas para evaluar su capacidad de funcionamiento motor y cognitivo bajo el estrés de la ingravidez y las condiciones del espacio.
La misión de Ham duró un total de 16 minutos y 39 segundos. Durante este tiempo, demostró ser capaz de realizar sus tareas incluso en las condiciones más desafiantes, proporcionando valiosa información sobre cómo los futuros astronautas humanos podrían desempeñarse en el espacio.
Tras su histórica misión, Ham vivió varios años en el Parque Zoológico Nacional de Washington D.C. y luego fue trasladado al Zoológico de Carolina del Norte.
Ham murió en 1983 a la edad de 26 años y se le recuerda como un pionero de la exploración espacial.
Impacto y avance a partir de la misión de Ham
El éxito de la misión de Ham allanó el camino para vuelos tripulados por humanos, comenzando con el vuelo del cosmonauta soviético Yuri Gagarin en abril de 1961 y el astronauta estadounidense Alan Shepard en mayo del mismo año.
Los experimentos y datos recopilados durante las misiones espaciales de los homínidos ayudaron a comprender mejor los efectos de la aceleración, la ingravidez y la reentrada en la atmósfera terrestre.
Estos hallazgos fueron críticos para el desarrollo de trajes espaciales, sistemas de soporte vital y procedimientos de seguridad para futuros vuelos tripulados.
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La misión pionera de Ham no solo marcó un hito en la historia de la exploración espacial, sino que también simbolizó un puente esencial entre experimentos biológicos y la ambición humana de explorar más allá de nuestro planeta.
Este evento histórico sigue siendo un recordatorio de los audaces pasos colectivos que debemos dar para expandir los límites de lo conocido y aventurarnos en lo desconocido.