Yoko es un chimpancé que usa cubiertos, juega a la pelota, ve televisión y pinta... pero está muy solo. “Humanizado” por culpa del tráfico ilegal, el último gran primate en cautiverio de Colombia viajó a Brasil para reencontrarse con su especie en un santuario.
Juguetón, amante del dulce y autor de “obras de arte” con crayones sobre papel y lienzo, Yoko es un simio que no ve a otro ejemplar de su tipo desde hace casi dos años.

Chita, una hembra con la que compaginaba, y Pancho, un macho que perteneció a un circo y con el que nunca se llevó bien, escaparon de un parque zoológico a mediados de 2023 y fueron sacrificados a tiros por militares con el argumento de prevenir un posible ataque contra humanos.
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Entonces, autoridades y activistas comenzaron gestiones para llevar a Yoko, de 38 años, desde el Bioparque Ukumarí en Pereira (centro-oeste) hasta Sorocaba, en el estado brasileño de Sao Paulo, el mayor santuario de grandes primates de América Latina que alberga 250 animales.
Sus cuidadores cruzan los dedos para que sea aceptado por otros simios. El chimpancé, adquirido ilegalmente por un narcotraficante, fue incautado en 2017 por la policía y luego sobrevivió a la inundación del primer refugio al que llegó.

La AFP lo acompañó el domingo en uno de los dos vuelos de la “Operación Arca de Noé”, en la que viajó despierto dentro en una caja con orificios y acompañado por el veterinario Javier Guerrero.
“Es un chimpancé muy humanizado, su grado de amansamiento es muy alto (...) básicamente se comporta como un niño, cosa que no debería ser así, porque debería comportarse como un chimpancé”, dijo el especialista de 42 años.
Difícil socialización
El chimpancé es una especie en peligro de extinción, según la Unión para la Conservación de la Naturaleza.
Entre las excentricidades de los capos de la mafia colombiana como Pablo Escobar está la adquisición de animales exóticos como mascotas o para sus zoológicos privados.
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Por esta distorsión de su hábitat natural, a Yoko le encanta el pollo y las frutas dulces como bananas, mangos y uvas.

En manos del narco, cuya identidad se desconoce, era alimentado con comida chatarra, lo que le generó problemas dentales. Como los humanos, los chimpancés tienen 32 dientes, pero a Yoko solo le quedan cuatro.
Además, le enseñaron a fumar y lo vestían con ropa de lujo, por lo que contrajo dermatitis y perdió parte del pelaje.
En la naturaleza, esta especie originaria de África vive entre 40 y 45 años, y bajo cuidado profesional puede llegar a los 60.

Como Yoko no vio chimpancés en sus primeros años de vida, tiene comportamientos y formas de comunicación diferentes.
“A él le negaron la posibilidad de ser un chimpancé y crecer con su familia”, lamenta la auxiliar veterinaria Alejandra Marín.
“Llorar”
El traslado a Sorocaba, donde hay más de 40 chimpancés, cierra un capítulo amargo tras la muerte de los primates Chita y Pancho.
“Para mi fue un dolor horrible (...) tanto que me hizo llorar”, recuerda Silvana Rodríguez, una médica que como cientos de visitantes despidieron el sábado a Yoko a través de un vidrio en el Ukumarí.
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En 2023 la justicia militar y policial archivó el caso abierto por el sacrificio, al determinar que los uniformados no actuaron por fuera de la ley. En la Fiscalía no prosperó una investigación contra el cuidador que aparentemente dejó las puertas abiertas.
De acuerdo con la ONG internacional Proyecto Gran Simio, Colombia se convierte así en el primer país del mundo que voluntariamente está libre de grandes simios en cautiverio.
“La salida de Yoko es profundamente simbólica (...) ninguna de estas especies es endémica (...) y no tienen por qué estar en el país”, aseguró Andrea Padilla, una senadora ambientalista que gestionó el desplazamiento de Yoko.
El éxito de su llegada a Brasil está por verse. César Gómez, biólogo coordinador de entrenamiento animal del Ukumarí, espera que Yoko encuentre en Sorocaba chimpancés compatibles con su comportamiento.
A “Yoko podemos resumirlo como un individuo que no es un chimpancé en el sentido estricto (...) es un animal que se identifica mucho más con los seres humanos”, explicó.
“Para darles un ejemplo, una sonrisa es algo positivo, pero para los chimpancés es algo negativo y ese tipo de situaciones comunicacionales Yoko no las entiende”, concluyó.