Parientes cercanos en el árbol evolutivo
El gran auk, incapaz de volar pero aficionado a nadar largas distancias bajo el agua, habitó las costas del Atlántico Norte durante milenios. Su presencia se extinguió en 1844, víctima de la caza excesiva, principalmente por sus plumas y carne.

El Alca torda, por otro lado, perteneciente a la misma familia (Alcidae), ha sobrevivido gracias, en parte, a su discreción y mayor resiliencia ante las amenazas humanas.
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Ambos comparten un ancestro común que, según estudios paleontológicos y genéticos, data de aproximadamente 2 millones de años atrás, durante el Pleistoceno.

La divergencia ocurrió cuando las rutas de migración y las preferencias ecológicas empujaron a cada especie por caminos adaptativos diferentes.
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Adaptaciones al mar y al aire
A diferencia del gran auk —de gran tamaño y sin capacidad de vuelo— el Alca torda conserva la habilidad de volar, aunque con un aleteo rápido y aparentemente laborioso.

Sin embargo, es bajo el agua donde ambas especies mostraron las innovaciones más impactantes: alas cortas y musculosas capaces de impulsarlas a velocidad en busca de peces y crustáceos.
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Los fósiles encontrados en Europa y Norteamérica muestran que ambos compartían, además de parentesco, nichos ecológicos similares.
Esto incluyó la elección de costas rocosas y acantilados para el anidamiento, protección ante depredadores y, hasta cierto punto, la explotación de recursos marinos semejantes.
La tragedia evolutiva del gran auk
El gran auk alcanzaba a medir hasta 75 centímetros y pesaba entre 5 y 8 kilogramos. Era un nadador más eficiente y podía sumergirse a mayores profundidades, pero esa especialización lo hizo vulnerable.
Incapaz de volar, anidaba en colonias grandes y fácilmente localizables, lo que facilitó su caza durante siglos.
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En contraste, el Alca torda, de menor tamaño, con mayor agilidad y capacidad de vuelo, adoptó estrategias de reproducción y alimentación menos predecibles, lo que probablemente contribuyó a su supervivencia.
El futuro del Alca torda
Actualmente, el Alca torda continúa su ciclo vital en las frías aguas del Atlántico Norte, desde las costas del noreste de Canadá hasta el oeste de Europa.

Sin embargo, la especie también enfrenta amenazas contemporáneas: el cambio climático, la contaminación y la sobrepesca afectan sus poblaciones.
Los científicos consideran al Alca torda una “especie indicadora”, cuyo bienestar refleja la salud general de los ecosistemas marinos costeros.
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Su historia evolutiva, marcada tanto por el éxito como por la pérdida de su emblemático pariente, nos recuerda la urgencia de preservar la biodiversidad y actuar frente a las amenazas que aún acechan a estas aves extraordinarias.

El Alca torda, primo y testigo vivo del desaparecido gran auk, cargas sobre sus alas la memoria de una era y el desafío de un futuro incierto. Su historia evolutiva es un manifiesto de resiliencia, ingenio y advertencia sobre el impacto humano en la naturaleza.
Proteger su legado es también proteger el nuestro, el de un mundo crecientemente interconectado y frágil.