A primera vista parecen simples piedras, pero en realidad son fósiles muy particulares: excrementos convertidos en roca. Los coprolitos, lejos de ser un hallazgo menor, concentran información que ni huesos ni dientes pueden dar.
Dentro de ellos se esconde la huella de lo que un animal comió, de las plantas que lo rodeaban e incluso de su estado de salud. Son, en cierto modo, cápsulas del tiempo que permiten a la ciencia asomarse a la vida cotidiana de especies desaparecidas hace millones de años.
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Qué es un coprolito y por qué importa
Los coprolitos son excrementos fosilizados. Conservan restos de aquello que no se digirió por completo —huesos, escamas, cutículas, semillas, polen, fitolitos— y, en ocasiones, moléculas biológicas.

Para la paleontología, funcionan como una “caja negra” del comportamiento alimentario y del ambiente, con un valor que complementa lo que brindan huesos y dientes.
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Ventanas a la dieta y la cadena trófica
La composición de un coprolito permite identificar qué comió el animal y en qué proporción.
Fragmentos óseos minúsculos, colágeno residual y microdientes ayudan a asociarlo con depredadores específicos, mientras que fitolitos, granos de almidón y cutículas vegetales revelan hábitos herbívoros u omnívoros.
Trabajos en revistas como PNAS y Royal Society Open Science mostraron cómo coprolitos atribuidos a grandes reptiles y a dinosaurios integran eslabones tróficos que de otro modo quedarían invisibles.
La distribución de coprolitos en un yacimiento también sugiere áreas de alimentación, madrigueras o sitios de congregación.
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Parásitos, patógenos y salud
Huevos de helmintos, quistes de protozoos y fragmentos de ectoparásitos quedan atrapados en la matriz fecal y permiten evaluar carga parasitaria y transmisión de enfermedades.
Estudios difundidos por el Smithsonian y por equipos de universidades europeas documentaron helmintos en coprolitos de mamíferos y reptiles, con implicancias para entender estrés ambiental, densidad poblacional y cambios en la interacción huésped-parásito.
En algunos casos se detectan lesiones microscópicas en restos vegetales o señales químicas compatibles con diarrea o malabsorción, indicios indirectos del estado sanitario del organismo.
Moléculas antiguas: ADN, proteínas y lípidos
Cuando las condiciones lo permiten, los coprolitos preservan biomoléculas. El llamado paleogenoma fecal ofrece ADN mitocondrial y, a veces, nuclear de la especie productora y de sus presas, además de bacterias intestinales.
Investigaciones en Scientific Reports y Current Biology recuperaron perfiles del microbioma que ayudan a comparar dietas silvestres con hábitos modernos y a inferir cambios ecológicos.
Proteínas resistentes como la elastina o fragmentos de colágeno pueden sobrevivir y confirmar identidades taxonómicas. Los lípidos, especialmente esteroles y coprostanol, sirven como marcadores de origen (herbívoro, carnívoro) y estado de descomposición.
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Ambiente y estacionalidad
El polen y las esporas atrapados en coprolitos reconstruyen la vegetación circundante y la estacionalidad de la dieta.
Los fitolitos de gramíneas frente a los de plantas leñosas, sumados a granos de almidón dañados por cocción o masticación, permiten inferir disponibilidad de recursos y estrategias de forrajeo.
En contextos de transición climática, cambios en la diversidad de microrestos vegetales dentro de una misma secuencia de coprolitos sugieren desplazamientos de nichos y ajustes dietarios.
Cómo se estudian: de la micro-CT a los isótopos
El abordaje es multidisciplinario. La microtomografía computarizada (micro-CT) permite visualizar inclusiones internas sin destruir la muestra.
La microscopia electrónica revela texturas de abrasión en fragmentos óseos o sílice vegetal. La espectrometría de masas se usa para lípidos y proteínas, mientras que la metagenómica y la PCR cuantitativa reconstruyen ADN degradado.
Los isótopos estables de carbono y nitrógeno ayudan a ubicar la posición trófica y el tipo de plantas consumidas (C3/C4).
Protocolos de control de contaminación, difundidos por laboratorios como los de Oxford y el Conicet , son críticos para distinguir ADN antiguo de intrusiones modernas.
Atribución: quién hizo qué
Vincular un coprolito con su productor no siempre es directo. El tamaño, la morfología (helicoidal, segmentada), las inclusiones y el contexto sedimentario orientan la identificación.
En depósitos con múltiples posibles productores, las firmas moleculares y los microfósiles dentarios de presas ayudan a acotar. En icnología, estas piezas se consideran icnofósiles y se clasifican por rasgos recurrentes, más que por taxones concretos.
Comportamiento y tecnología
La presencia de fragmentos de vegetales con señales de procesamiento, o huesos con marcas de digestión diferenciadas, abre la discusión sobre comportamientos alimentarios complejos.
En contextos humanos, coprolitos arqueológicos revelan consumo de plantas domesticadas y de recursos silvestres, uso de condimentos y prácticas de almacenamiento. Proyectos interdisciplinarios reportados por el Journal of Archaeological Science integran estos datos con residuos adheridos a herramientas y cerámicas.
Qué limitaciones tienen
La preservación es selectiva: el material blando se degrada y las matrices ricas en calcio o fosfatos se conservan mejor.
Los procesos de diagénesis pueden alterar señales isotópicas y destruir ADN. Además, roedores, insectos o agua subterránea pueden introducir contaminantes. Por eso, los resultados se triangulan con otros registros, como dientes, huesos, coprolitos de distintas capas y sedimentos circundantes.
Por qué importan para entender extinciones y resiliencia
Series de coprolitos a lo largo de un mismo perfil estratigráfico permiten seguir cambios dietarios y de microbioma frente a presiones ambientales o a la llegada de nuevos competidores.
Variaciones en coprostanol y en proporciones de fitolitos han sido usadas para proponer escenarios de estrés nutricional previos a declives poblacionales.
En fauna actual, análisis comparables sirven para monitorear conservación, cerrando el círculo entre paleontología y manejo de ecosistemas modernos.