Qué se mide cuando una planta “se activa”
La electrificación vegetal no es ciencia ficción. Botánicos registran desde hace más de un siglo variaciones de voltaje en hojas, tallos y raíces.

Se trata de impulsos de milivoltios que viajan por el floema y otros tejidos a velocidades más lentas que en animales. Hay dos patrones principales: potenciales de acción, bien caracterizados en especies como la Venus atrapamoscas, y potenciales de variación, asociados a heridas, cambios de luz o estrés hídrico.
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Cortar una hoja: una cascada eléctrica y química
Un corte desencadena una onda eléctrica y un aumento de calcio que se propaga por la planta. Estudios en modelos como Arabidopsis, con sensores fluorescentes, muestran “olas” de Ca2+ que recorren tejidos y activan genes de defensa.

En paralelo, se libera una batería de compuestos: jasmonatos, señales derivadas del glutamato, y volátiles que alertan a hojas vecinas e incluso a plantas cercanas.
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Esa respuesta coordina el cierre de estomas, el refuerzo de paredes celulares y la producción de sustancias antiherbívoros.
¿Impulsos eléctricos equivalen a dolor?
Dolor, en sentido estricto, implica experiencia consciente. Las plantas carecen de neuronas, sinapsis y cerebro. La mayoría de especialistas sostiene que, aunque hay nocicepción —detección y reacción a daño—, no hay evidencia de subjetividad.
Revisiones en revistas como Science y Nature subrayan que la convergencia funcional (impulsos, neurotransmisores vegetales, anestesia que “apaga” respuestas) no prueba sentiencia.
Defensores de la “neurobiología vegetal” argumentan que el procesamiento distribuido en redes celulares podría sostener formas no animales de sentir; sus críticos piden definiciones operativas y experimentos que distingan procesamiento de información de experiencia.
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¿Y los “gritos” de las plantas?
Experimentos con micrófonos ultrasónicos reportaron chasquidos emitidos por plantas sometidas a sequía o cortes y reconocibles por algoritmos.
Las interpretaciones varían: para algunos, son subproductos físicos de cavitación en el xilema; para otros, señales con posible valor ecológico. No hay consenso sobre su función ni sobre si otros organismos las usan de manera consistente en la naturaleza.
Los mensajeros: calcio, hormonas y receptores tipo glutamato
El glutamato vegetal, liberado tras daño, activa receptores (GLR) que abren canales de calcio y disparan la ola sistémica.
Esa señal converge con hormonas como el ácido jasmónico y el etileno para modular cientos de genes. Es un circuito eficiente para “enterarse” rápido de una agresión y priorizar recursos, sin necesidad de neuronas.
Anestesia y plantas: una pista intrigante
Agentes anestésicos que en animales bloquean la percepción también inhiben movimientos y respuestas eléctricas en plantas, como se observa en la Mimosa pudica.

El fenómeno sugiere dianas moleculares conservadas, pero no implica que compartan estados conscientes. Los mecanismos parecen actuar sobre propiedades de membranas y canales iónicos.
Cómo se registra: del electrodo a la imagen en vivo
Las señales se miden con electrodos de superficie y microelectrodos insertados en tejidos, y con reporteros genéticos que convierten el calcio en fluorescencia observable en tiempo real.
El análisis se complementa con metabolómica de volátiles, transcriptómica tras herida y modelos matemáticos de propagación de señales.
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El marco filosófico y ético
Equiparar daño con dolor vegetal puede confundir niveles de organización biológica. Para bioeticistas, el estatus moral de las plantas se apoya en su valor ecológico y en obligaciones humanas de conservación, no en supuestas experiencias internas.
En debates alimentarios, invocar “dolor vegetal” para equiparar cosecha con sacrificio animal ignora la diferencia entre sistemas nerviosos y la abrumadora evidencia de sufrimiento en vertebrados.
A la vez, desconocer la complejidad sensorial de las plantas empobrece políticas agrícolas más cuidadosas con ecosistemas.
Lo que sí sabemos y lo que falta
- Cortar una planta dispara señales eléctricas y químicas coordinadas, medibles y funcionales.
- Esas señales permiten decisiones fisiológicas rápidas y comunicación intra e interespecífica.
- No hay pruebas convincentes de experiencia consciente en plantas; el debate sobre “sentir” depende de definiciones y de futuros tests que vinculen procesamiento con fenomenología.