El Día Internacional del Microorganismo se celebra cada 17 de septiembre en conmemoración al día de 1683 en que Anton van Leeuwenhoek, considerado el “padre de la microbiología”, envió a la Royal Society de Londres la primera descripción de bacterias observadas con su microscopio.
La fecha busca visibilizar el papel esencial de los microorganismos en la salud, el ambiente, la alimentación y la biotecnología, recordando que lo invisible sostiene gran parte de la vida en la Tierra.
Qué son y qué hacen los microorganismos
Bajo la superficie azul de los océanos ocurre una de las mayores hazañas de la vida en la Tierra, orquestada por comunidades invisibles que rara vez captan nuestra atención.
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Allí, el fitoplancton, las cianobacterias y las algas unicelulares —entre ellas, diatomeas y cocolitóforos— se despliegan como verdaderos arquitectos del oxígeno. Son estos organismos diminutos los responsables de realizar cerca de la mitad de la fotosíntesis del planeta.
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Así lo confirman estimaciones de la NASA y la NOAA, que calculan que alrededor del 50% del oxígeno producido a nivel global proviene de estos minúsculos actores marinos.
Entre ellos destaca el género Prochlorococcus, una cianobacteria casi invisible pero extraordinariamente numerosa, reconocida como uno de los organismos fotosintéticos más abundantes del mundo.

Su relevancia en la fijación de carbono en aguas abiertas ha sido documentada en múltiples estudios científicos.
Detrás de este proceso se encuentra la denominada “bomba biológica de carbono”, un fenómeno en el que los microorganismos marinos transfieren el dióxido de carbono disuelto a las profundidades del océano.
Mediante la fotosíntesis, convierten ese CO₂ en materia orgánica, parte de la cual desciende adherida a diminutas partículas biológicas y permanece almacenada durante siglos.
Según el IPCC y el Global Carbon Project, el océano capta cada año cerca de una cuarta parte del CO₂ generado por actividades humanas.
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El papel que desempeñan estos microorganismos es crucial, ya que determinan cuánto carbono persiste en la atmósfera y durante cuánto tiempo.
Cooperación y competencia
La trama es mucho más compleja, tejida por un entramado microscópico de cooperación y competencia. Bacterias heterótrofas descomponen y reciclan los compuestos orgánicos que libera el fitoplancton, devolviendo nutrientes esenciales como nitrógeno, fósforo e hierro a la red alimentaria.
Esta especie de “economía circular” sostiene la productividad del ecosistema marino. Los virus marinos también juegan un rol fundamental: destruyen células microbianas, liberando materia orgánica en un proceso conocido como “viral shunt” o desviación viral, que redistribuye carbono y nutrientes en la superficie en vez de enviarlos hacia las profundidades, tal como relatan investigaciones publicadas en Science y Nature.
Por otro lado, algunas algas establecen alianzas con bacterias que les suministran vitaminas imprescindibles —como la B12—, mientras que otras especies, conocidas como mixótrofas, alternan la fotosíntesis y la ingestión de presas, estrategias adaptativas frente a los vaivenes en la disponibilidad de luz y nutrientes.
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El seguimiento de esta dinámica planetaria se apoya en tecnologías cada vez más sofisticadas. Satélites como Modis y Sentinel-3 escanean la superficie marina, detectando la presencia de clorofila y monitoreando los estallidos de fitoplancton, mientras que una red global de boyas y flotadores biogeoquímicos recopila datos de oxígeno, pH, nutrientes y carbono directamente en el mar.
Proyectos internacionales como Tara Oceans y la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Unesco han permitido el descubrimiento de miles de especies microbianas, reconstruyendo su diversidad genética y ecológica en distintas regiones y profundidades.
Calentamiento global
Este delicado equilibrio enfrenta hoy nuevas amenazas. El calentamiento global y la estratificación oceánica alteran la circulación de los nutrientes, favoreciendo en algunos casos a organismos más pequeños y transformando la composición del fitoplancton, lo que a su vez repercute en la bomba de carbono y en toda la cadena trófica, de acuerdo con las advertencias del IPCC.

La acidificación cambia la química interna del océano y puede afectar gravemente a los cocolitóforos, mientras que la disminución del oxígeno restringe los hábitats y modifica el metabolismo microbiano.
A la vez, se incrementan las llamadas floraciones nocivas, episodios que amenazan pesquerías y ponen en jaque la salud pública.
Así, en las profundidades y en la superficie del mar, los arquitectos invisibles del oxígeno continúan su labor esencial, enfrentando presiones cada vez mayores en el cambiante océano del siglo XXI.
Por qué importa más allá del mar
- La estabilidad del clima, la productividad pesquera y la calidad del aire que se respira están atadas al trabajo silencioso de estos microbios. En términos de soluciones, conservar corredores de alta productividad, reducir la contaminación por nutrientes y avanzar en monitoreo biogeoquímico son medidas respaldadas por NOAA, NASA y la comunidad científica.
- La investigación apunta a que decisiones sobre emisiones, manejo costero y protección de la biodiversidad deben considerar explícitamente la dinámica microbiana. Entender cómo cambian estos “motores” del océano ayuda a proyectar el balance de carbono y a evitar sorpresas en el sistema climático.