Una esfera luminosa del tamaño de una pelota que flota, zigzaguea y a veces atraviesa ventanas durante una tormenta eléctrica suena a leyenda. Sin embargo, el fenómeno tiene nombre, una larga historia de observaciones y un expediente científico abierto: el rayo globular.
Aunque sigue siendo raro y difícil de estudiar, en las últimas décadas la física atmosférica ha empezado a perfilar qué es, cómo se forma y por qué sigue siendo uno de los misterios más esquivos del tiempo severo.
Lea más: Fenómenos naturales que la gente confunde con… ¡aliens!
Un fenómeno real, pero infrecuente
Los rayos globulares —también llamados “rayos en bola” o “ball lightning” en inglés— se describen típicamente como esferas luminosas de entre 10 y 40 centímetros de diámetro, con colores que van del blanco al anaranjado o azulado.

Suelen aparecer durante tormentas eléctricas, a menudo después de un rayo convencional o en zonas con intensa actividad eléctrica.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
A diferencia del relámpago en forma de descarga lineal que dura milisegundos, el rayo globular puede persistir varios segundos, desplazarse de forma errática, emitir olor a ozono o azufre y desvanecerse de manera silenciosa o con una leve explosión.
Las crónicas de marinos y naturalistas del siglo XIX ya recogían episodios de “bolas de fuego” en cubierta o en iglesias, y en el siglo XX proliferaron relatos en zonas rurales.
Lea más: El pequeño asteroide que pasó cerca de la Tierra: un recordatorio sobre los peligros inesperados
Esa abundancia de testimonios no se tradujo en pruebas concluyentes hasta tiempos recientes: por su rareza y brevedad, atraparlo con instrumentos ha sido una carrera contra el azar.
Qué sabemos sobre su naturaleza
No hay una única teoría que explique todos los casos, pero varias líneas de investigación convergen en escenarios plausibles:
- Composición y espectro. En 2012, un equipo de físicos en China registró por casualidad un rayo globular durante una tormenta cerca de Lanzhou. El análisis espectral del brillo mostró la presencia de silicio, hierro y calcio, elementos abundantes en el suelo. Ese hallazgo fortaleció una hipótesis propuesta años antes: cuando un rayo convencional golpea el terreno, vaporiza y reduce compuestos de silicato; los productos resultantes pueden formar nanopartículas de silicio que, al oxidarse lentamente en el aire, liberan energía y luz, sosteniendo la esfera durante segundos.
- Estructuras electromagnéticas. Otros modelos apuntan a que el rayo globular sería, al menos en algunos casos, una estructura guiada por campos electromagnéticos intensos cerca del suelo o dentro de estructuras metálicas. La energía podría provenir de microondas generadas por la descarga principal, atrapadas temporalmente en una especie de “cavidad” o vórtice de plasma que actúa como resonador.
- Combustión lenta y química del aire. Se han propuesto mecanismos de combustión exotérmica de aerosoles o partículas cargadas eléctricamente, así como reacciones con ozono y nitrógeno oxidado producidos durante la tormenta, que mantendrían el brillo sin requerir temperaturas extremas en toda la esfera.
La diversidad de observaciones sugiere que el “rayo globular” podría no ser un único fenómeno, sino una familia de procesos con apariencia similar.
Algunos reportes de bolas que parecen atravesar vidrio podrían explicarse por descargas que encuentran caminos conductores a través de grietas o por efectos ópticos; en otros casos, la esfera podría desintegrarse en el exterior y regenerarse dentro, alimentada por campos eléctricos en ambos lados de una ventana.
Lea más: Por qué el cielo es azul y otras preguntas cotidianas que la ciencia responde de manera sencilla
Qué sigue siendo un misterio
Persisten incógnitas clave: cuánta energía almacenan estas esferas, cuál es su estructura interna y por qué algunas explotan mientras otras se disipan sin daño.
Tampoco está claro qué condiciones meteorológicas y del terreno —humedad, composición del suelo, intensidad del campo eléctrico— favorecen su formación. La escasez de registros instrumentales limita la validación de modelos.
Los intentos de reproducción en laboratorio han generado esferas luminosas de vida breve mediante descargas sobre materiales ricos en silicio o con microondas, pero replicar fielmente la fenomenología natural, con sus segundos de estabilidad y desplazamiento, aún es un desafío.
Mitos y realidades
El rayo globular no es lo mismo que el fuego de San Telmo, un resplandor continuo de color azulado que aparece en puntas y mástiles por ionización del aire en campos eléctricos fuertes.
Tampoco es un “espíritu” o un fenómeno puramente óptico: aunque algunos avistamientos pueden ser ilusiones o confusiones con reflejos y descargas internas en dispositivos, existen registros creíbles y mediciones físicas que respaldan su existencia.
Lea más: Nuevo récord mundial: rayo de 829 kilómetros es validado por la OMM
Seguridad básica ante un encuentro improbable
La probabilidad de encontrarse con un rayo globular es muy baja. Si ocurre durante una tormenta, las recomendaciones coinciden con las del riesgo eléctrico general: evitar tocar la esfera o acercarse; alejarse de ventanas, puertas y objetos metálicos; desconectar aparatos si es seguro hacerlo; y buscar refugio en una estructura cerrada, lejos de conductores como grifos o cables.
Un enigma al alcance de nuevas herramientas
Cámaras de alta velocidad, sensores espectrales portátiles y la ubicuidad de teléfonos móviles aumentan las posibilidades de capturar datos valiosos del próximo rayo globular.
Cada registro riguroso —con hora, lugar, condiciones meteorológicas y, cuando sea posible, espectro y campo eléctrico— ayuda a acotar modelos y a distinguir entre variantes del fenómeno.
Entre la química del suelo, la física de plasmas y la meteorología, la ciencia está más cerca que nunca de explicar por qué, de cuando en cuando, la tormenta fabrica una bola de luz.