Un pequeño macropódido conocido por su expresión “sonriente” ha convertido a Rottnest Island y Bald Island, en Australia Occidental, en bastiones de supervivencia. Más allá de su ternura viral, el quokka cumple un papel ecológico que ayuda a sostener la salud de los hábitats insulares y revela estrategias finas para vivir con poca agua.
Dónde viven y por qué el aislamiento importa
El quokka (Setonix brachyurus) es endémico del suroeste de Australia. Sus poblaciones más abundantes y estables se concentran en Rottnest Island, frente a Perth, y en Bald Island, cerca de Albany.

En estas islas, la ausencia de depredadores introducidos como el zorro y el gato —un problema crónico en el continente— ha sido determinante para su persistencia.

El aislamiento geográfico ha actuado como un “escudo natural”. Al limitar la llegada de mamíferos depredadores y enfermedades, y al ofrecer parches de vegetación relativamente continuos, Rottnest y Bald han mantenido densidades de quokkas difíciles de sostener en tierra firme, donde la fragmentación del hábitat, los incendios y la depredación han reducido y dispersado a las poblaciones.
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Más que una cara simpática: su función ecológica
Los quokkas son herbívoros generalistas. Pastan y ramonean hojas, brotes y hierbas, y consumen plantas suculentas cuando el agua escasea. Esta dieta les confiere un rol de jardineros del sotobosque: al recortar y abrir claros en la vegetación, contribuyen a mantener la estructura del matorral, influyen en la carga de combustible fino y facilitan la regeneración de algunas plantas.

También participan en la dispersión de semillas. Al moverse entre parches vegetales y consumir frutos y partes blandas, favorecen que semillas viajen y germinen en nuevos puntos, aportando al dinamismo de los ecosistemas insulares. Sus heces, ricas en materia orgánica, reciclan nutrientes al suelo.
Hábitos nocturnos para ahorrar agua y energía
De costumbres principalmente nocturnas y crepusculares, los quokkas evitan el calor diurno refugiándose en matorrales densos o a la sombra de arbustos y árboles bajos. Esta estrategia reduce la pérdida de agua y el estrés térmico.
Su fisiología y comportamiento están adaptados a ambientes estacionales y a veces áridos: obtienen buena parte del agua a partir de las plantas que consumen, eligen rutas con sombra, restringen su actividad en las horas más calurosas y aprovechan pulsos de vegetación verde tras lluvias.
En Rottnest, por ejemplo, las suculentas costeras y las gramíneas estacionales son clave para atravesar los meses secos.
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Conservación: entre la popularidad y la vulnerabilidad
La fama de los quokkas ha traído tanto oportunidades como riesgos. En islas con turismo, la interacción humana puede alterar su dieta y comportamiento; alimentarlos está prohibido y conlleva multas, dado que los alimentos procesados les causan problemas de salud.

A escala regional, el cambio climático, los incendios más intensos y la depredación en el continente siguen siendo amenazas relevantes.
El quokka está catalogado como Vulnerable. Proteger los refugios insulares, controlar depredadores introducidos, conservar corredores vegetales y mantener buenas prácticas de visita son pilares para asegurar su futuro.
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Diez curiosidades sobre los quokkas que quizá no sabías

- Nombre con historia: el marino holandés Willem de Vlamingh bautizó “Rottnest” (nido de ratas) en 1696 al confundir a los quokkas con grandes ratas.
- Un macropódido singular: están emparentados con canguros y wallabies; miden alrededor de 40–54 centímetros de cuerpo, con una cola relativamente corta.
- Sonrisa viral, función real: su “sonrisa” es una ilusión por la forma del hocico y los labios; no indica un estado de ánimo concreto.
- Nocturnos por diseño: su mayor actividad al anochecer y de noche reduce el gasto de agua y el riesgo de sobrecalentamiento.
- Bebés a resguardo: suelen tener una cría por vez; el joey pasa varios meses en la bolsa y continúa mamando tras salir de ella.
- Diapausa embrionaria: como otros macropódidos, pueden pausar el desarrollo de un embrión hasta que las condiciones sean favorables.
- Sobreviven con poca agua: obtienen la mayor parte del líquido de su alimento vegetal y pueden pasar largos periodos sin beber.
- Buenos nadadores ocasionales: son capaces de nadar distancias cortas, una ventaja en archipiélagos y humedales.
- Aliados del bosque: al pastar y moverse entre parches, ayudan a dispersar semillas y a reciclar nutrientes.
- Mirar, no tocar: en Rottnest está prohibido tocarlos o alimentarlos; respetar la distancia protege su salud y reduce el estrés.
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La coexistencia entre aislamiento natural y manejo responsable ha permitido que el quokka prospere en dos islas que hoy son sinónimo de su imagen. Entender su ecología —y no solo su carisma— es clave para conservarlo en un clima cambiante.