Hasta ahora, los científicos creían que la exposición al plomo era un fenómeno moderno vinculado a actividades humanas como la minería, la fundición, o el uso de gasolina y pintura con este componente.
Los investigadores, de Australia y Estados Unidos, han hallado rastros de plomo distintivos en los dientes (procedentes de África, Asia, Europa y Oceanía), formados durante la infancia a medida que crecían el esmalte y la dentina.
Estas bandas revelan la existencia de episodios repetidos de absorción de plomo tanto de fuentes ambientales (como agua contaminada o actividad volcánica) como de las reservas óseas del cuerpo, liberadas durante situaciones de estrés o enfermedad.
“Este hallazgo implica que los cerebros de nuestros antepasados se desarrollaron bajo la influencia de este metal tóxico, lo que puede haber moldeado su comportamiento social y sus capacidades cognitivas a lo largo de milenios”, señala uno de los autores, Renaud Joannes-Boyau, de la Universidad Southern Cross, en Australia, en un comunicado del centro.
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Los investigadores han recurrido a organoides cerebrales humanos (modelos en miniatura del cerebro cultivados en laboratorio) para averiguar cómo esa exposición al plomo en la antigüedad pudo afectar al desarrollo cerebral.
Sus resultados evidencian que los modelos de organoides cerebrales con genética neandertal eran más susceptibles a los efectos del plomo que los humanos, lo que indicaría que la exposición al plomo era más perjudicial para los neandertales y alteraba las zonas del cerebro encargadas del comportamiento social y la comunicación.
“Estamos ante un gran ejemplo de cómo la toxicidad del plomo podría haber impulsado cambios genéticos que mejoraron la supervivencia y nuestra capacidad para comunicarnos mediante el lenguaje, pero que también influyen en nuestra vulnerabilidad al plomo moderno”, indica otro de los autores, Alysson Muotri, de la Universidad de California en San Diego.
La exposición actual al plomo debido a la contaminación humana sigue siendo un grave problema de salud mundial, especialmente para los niños. Provoca déficit intelectual, emocional y conductual al causar disfunciones neurológicas.
