Descubrí al gato andino: un tesoro escondido en las alturas extremas de Sudamérica

Gato andino.
Gato andino.Shutterstock

En las alturas extremas de los Andes, el esquivo gato andino—un tesoro vivo con menos de mil ejemplares—desafía la extinción. La tecnología y la colaboración comunitaria ofrecen una esperanza renovada para preservar este fascinante depredador en un ecosistema frágil.

En las montañas más altas y áridas de Sudamérica, donde el viento corta y el oxígeno escasea, vive uno de los felinos más esquivos y amenazados del continente: el gato andino.

Casi nadie lo ve, pero su presencia sostiene delicados equilibrios en un ecosistema extremo.

El “fantasma” de la puna

Conocido científicamente como Leopardus jacobita, el gato andino habita la cordillera en Argentina, Bolivia, Chile y Perú, entre los 3.000 y más de 5.000 metros de altitud.

Su inconfundible cola larga y muy peluda —con anillos oscuros bien marcados— y su pelaje gris ceniza salpicado de manchas amarillas lo camuflan a la perfección entre rocas volcánicas y pastizales altos.

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No es grande: mide lo que un gato doméstico robusto, pero su aspecto “acolchado” es una adaptación al frío extremo.

Gato andino.
Gato andino.

De hábitos principalmente crepusculares y nocturnos, rara vez se deja ver. La mayor parte de lo que sabemos proviene de cámaras trampa y rastros: huellas, excrementos, marcas.

Su presa favorita es la vizcacha de la sierra (Lagidium viscacia), un roedor ágil que salta entre quebradas; también consume pequeñas aves y otros micromamíferos.

Como depredador tope en un ambiente pobre en especies, su rol es clave para regular poblaciones y mantener sanas las comunidades de alta montaña.

Un estado de conservación crítico

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo clasifica como En Peligro.

Las estimaciones apuntan a que existen apenas poco más de un millar de individuos maduros, distribuidos en poblaciones pequeñas y aisladas.

Las amenazas se combinan:

  • Transformación del hábitat por minería, caminos y expansión de actividades extractivas.
  • Disminución de presas en zonas donde se cazan vizcachas o se alteran valles y laderas.
  • Persecución directa histórica y ataques de perros.
  • Cambio climático, que modifica la disponibilidad de agua y la distribución de refugios en altura.

En un paisaje donde la vida ya opera al límite, pequeños cambios pueden tener efectos desproporcionados.

Lo que la ciencia está descubriendo

En las últimas dos décadas, el avance tecnológico permitió salir de la “zona gris” de datos. Equipos de investigación locales y redes como la Alianza Gato Andino han desplegado esfuerzos coordinados de monitoreo con cámaras trampa, análisis genéticos de heces y modelos de hábitat.

Estos trabajos revelan patrones de actividad (picos al amanecer y anochecer), preferencias por laderas rocosas con acceso a agua y densidades extremadamente bajas. También sugieren que la especie evita áreas con presencia intensa de perros.

Aun así, quedan preguntas abiertas: ¿cuál es su tasa real de reproducción?, ¿cómo se conectan —o no— las subpoblaciones a lo largo de la cordillera?, ¿qué tan rápido impacta la retirada de glaciares y humedales altoandinos?

Responderlas no es un capricho académico: sin esa información, diseñar corredores, priorizar paisajes y evaluar medidas de manejo se vuelve mucho más difícil.

Para curiosos: detalles que enamoran

  • Su cola puede medir casi lo mismo que el cuerpo y funciona como abrigo y contrapeso en terrenos escarpados.
  • Las crías —de camadas muy pequeñas, a menudo de 1 a 2— nacen al final de la temporada seca, cuando las crías de vizcacha también abundan.
  • Áreas protegidas como San Guillermo (Argentina), Lauca (Chile) y Eduardo Avaroa (Bolivia) albergan poblaciones, pero gran parte de su rango queda fuera de reservas formales.

Si alguna vez sentís el llamado de las alturas, recordá que en esas rocas, silencioso y atento, puede estar observándote uno de los felinos más extraordinarios del planeta.