La carrera de EEUU y China por la Luna es por el dominio espacial y la seguridad nacional

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Miami (EE.UU.), 18 nov (EFE).- La rivalidad entre EE.UU. y China ha escalado a la carrera espacial por enviar de nuevo al ser humano a la Luna, pero a diferencia de la competencia entre la antigua URSS y Washington hace cinco décadas, la meta no es solo pisar el suelo lunar sino asegurar el dominio tecnológico y geopolítico del espacio con implicaciones directas para la seguridad nacional.

El administrador interino de la NASA, Sean Duffy, ha sido claro sobre esta carrera con el país asiático: "China quiere llegar, pero nosotros llegaremos primero (..). Ganaremos la segunda carrera espacial", aseguró recientemente.

El directivo además lanzó en octubre pasado un órdago a SpaceX, la empresa espacial fundada por Elon Musk, por estar retrasándose en el desarrollo del módulo de aterrizaje de Artemis III.

Esta misión, originalmente prevista para 2024 y que ahora está programada para no antes de 2027, tiene el objetivo de enviar a los primeros astronautas a la Luna desde que la Apolo 17 alunizara en 1972.

La primera persona en pisar la Luna fue Neil Armstrong, seguido de Buzz Aldrin, en 1969, cuando el alunizaje de la Apolo 11 marcó una victoria decisiva para EE.UU. en la carrera con la URSS. Esta había comenzado en octubre de 1957, cuando la Unión Soviética cogió por sorpresa a Washington con el lanzamiento del satélite Sputnik, que supuso el inicio de la era espacial.

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Más de cinco décadas después, y con la URSS desintegrada, los continuos retrasos de Artemis III -con una pandemia de por medio- han abierto la puerta a China, que puede protagonizar el regreso de la humanidad a la Luna, con el que sería el primer alunizaje de Pekín en su historia.

En 2023 China anunció sus planes de enviar astronautas al satélite antes del final de la década 2030, y recientemente confirmó que están en camino para cumplir con dicha fecha.

La carrera por la Luna enfrenta a dos modelos de desarrollo diferentes: si bien Estados Unidos ha apostado en las últimas décadas por abrir su sector espacial al entorno privado, aumentando la dependencia de la NASA, los planes chinos están principalmente financiados por la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA, siglas en inglés).

SpaceX es actualmente el actor privado más importante para la NASA, y en 2021 cerró un contrato de unos 2.900 millones de dólares para proporcionar a la agencia espacial estadounidense el módulo de aterrizaje de Artemis III, que consistirá en una variante de su poderosa Starship.

Sin embargo, ante los retrasos, el Gobierno estadounidense anunció que abriría el contrato a otras empresas, con Blue Origin, propiedad del fundador de Amazon, Jeff Bezos, como el principal beneficiado.

Aunque ni la primera misión del programa Artemis (lanzada en noviembre de 2022) ni la segunda (programada para febrero de 2026) cuentan con participación significativa de estas empresas, su papel será fundamental para que la cápsula Orión logre alunizar como parte de Artemis III.

En el caso de China, su programa se sostiene casi por completo en la financiación estatal, y proyectos emblemáticos como las misiones lunares Chang'e o la estación espacial Tiangong dependen directamente de la inversión y planificación centralizada del Gobierno en Pekín.

No obstante, el país asiático abrió ligeramente el sector espacial a compañías privadas en 2014, sobre todo para misiones de lanzamientos de satélites o de navegación espacial.

El investigador principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Clayton Swope, dijo a EFE que la competencia Estados Unidos-China era más parecida a un maratón que a una carrera, dados los objetivos de ambas potencias, que no se limitan a pisar primero la Luna.

Swope también destacó que alcanzar la Luna no solo es un motivo de orgullo nacional, sino que tiene "un ángulo de seguridad nacional, un ángulo económico, que incluye a empresas y a negocios, y un ángulo científico".

Estados Unidos ha expresado su intención de construir un reactor nuclear en 2030 para suministrar energía a su futura base lunar, mientras que China también tiene planes de construir su base junto a Rusia para 2035.

Ambos casos permitirían la estancia prolongada en el satélite con fines científicos, la explotación de recursos lunares con motivos económicos, y consistirían en un paso intermedio de cara a futuras misiones de exploración a Marte y a otros lugares del espacio.

"Se podría decir, como lo expresó un economista, que es el proceso de destrucción creativa", sentenció.