Las nuevas informaciones se desprenden del estudio del mapa genético de un ejemplar joven de tigre de Tasmania que habitó Australia hace 106 años y que formaba parte de la colección de Museos de Victoria, publicado en la revista científica Nature.
El estudio, a cargo de un grupo de científicos internacionales liderados por Andrew Pask -de la Universidad de Melbourne-, muestra que estos animales estaban genéticamente débiles antes que la isla de Tasmania, en el sur de Australia, quedara aislada hace unos 14.000 años.
También aporta información crucial sobre la biología del de tilacino, cuyo nombre científico es Thylacinus cynocephalus, que evolucionó de tal manera que se asemejó al dingo (perro salvaje australiano).
“El genoma nos ha permitido confirmar el lugar del tilacino en el árbol evolutivo. El Tigre de Tasmania pertenece a un linaje hermano del Dasyuridae, la familia que incluye al demonio de Tasmania y el ratón marsupial (dunnart)”, comentó Pask en un comunicado de la Universidad de Melbourne.
Las técnicas de cacería y la dieta de carne fresca que comparten el tilacino y el dingo motivaron que sus cráneos y la forma del cuerpo se asemejaran a través de la “evolución convergente”, según los científicos.
La “evolución convergente” se refiere al proceso en que los organismos que no están vinculados evolucionan por separado, de tal manera que con el tiempo se asemejan para adaptarse a ambientes parecidos o nichos ecológicos.
“La apariencia del tilacino es casi como la de un dingo con bolsa marsupial. Al estudiar las bases de su evolución convergente, vimos que no fueron los genes los que cambiaron el cráneo y la forma corporal sino las regiones que controlan 'el encendido y apagado' de los genes en diferentes etapas del crecimiento”, acotó Pask.
Christy Hipsley, de Museos Victoria, que formó parte del estudio, explicó que al analizar las características del cráneo, como los ojos, la mandíbula y la forma del hocico se hallaron mayores semejanzas con el zorro rojo y el lobo gris.
“El hecho de que estos grupos no hayan compartido un ancestro común desde la era del jurásico nos da un impactante ejemplo de convergencia entre especies distantes”, enfatizó Hipsley, en el comunicado.
El tilacino, un marsupial parecido a un tigre por las franjas que cruzaban su lomo, llegó a habitar antiguamente en Australia continental y en la isla de Nueva Guinea.
Sin embargo, cuando los europeos llegaron a Oceanía en el siglo XVIII, la población de este animal se concentraba en la isla de Tasmania, y su extinción se aceleró por una intensa campaña de caza entre 1830 y 1909, alentada por recompensas para acabar con este depredador que se comía al ganado.
Pask también remarcó que al ser el genoma más completo de un animal extinto, esto constituye técnicamente el primer paso para “traer de vuelta al tilacino, aunque aún falte un largo camino por recorrer”.
El estudio también permitirá ayudar a la preservación del demonio de Tasmania, que existe solamente en la isla del sur de Australia y cuyas especies están aquejadas por un cáncer facial que ha diezmado considerablemente a su población.
“Nuestra esperanza es que haya más (información) sobre el tilacino que de cuenta sobre las bases genéticas de la extinción para ayudar a otras especies”, confió Pask.