Tigre de bengala, huésped distinguido de perrera municipal de México

GUADALAJARA. Un tigre de bengala vive desde hace tres meses en una perrera municipal del estado de Jalisco, en el oeste de México, donde convive con medio centenar de perros y gatos.

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Ajeno a la disputa legal y la polémica que generó su caso, “Albert” juega desenfadado con una nueva pelota de baloncesto en el centro de control animal de Guadalajara, capital de Jalisco.

“Está contento aquí”, dijo hoy el director del centro, Guillermo Korkowski, quien se declara “muy encariñado” con el exótico huésped de seis meses de edad.

“Albert” llegó a este lugar el 12 de mayo pasado. Su antiguo hogar, el Parque Alcalde, fue clausurado por las autoridades municipales al incumplir un permiso. Además del tigre, el Ayuntamiento y las autoridades federales de Medio Ambiente decomisaron una cacatúa y otros pequeños animales exóticos que eran atracciones de ese lugar.

El tigre era alquilado a los dueños del parque por un hombre que no lo ha reclamado y al que las autoridades ambientales han demandado la custodia del animal o bien que acredite su procedencia legal, explicó Korkowski.

Pese a ser un cachorro de apenas tres meses de edad, el felino no pudo se trasladado al refugio de la Secretaría de Medio Ambiente, dado que se encontraba lleno, por lo que tuvo que ser hospedado “temporalmente” en la perrera. La estancia se prolongó más de lo esperado y con el tiempo “Albert” requirió un espacio adecuado para casi medio metro de altura y sus 70 kilos.

Una de las jaulas más grandes, en la que caben hasta 21 perros, fue acondicionada para él con algunos “lujos”: una pequeña alberca, un columpio hecho con una llanta vieja, un tronco de madera para afilar sus garras y un escritorio para que pueda dormir en alto.

“Él es el rey aquí y lo sabe, nos conoce a todos y ya se acostumbró”, comentó Korkowski mientras acariciaba al tigre desde los orificios de la rejilla. Todos los días “Albert” come cerca de tres kilos de pollo importado. Solo los viernes tiene derecho a carne de res, “aunque no le gusta mucho”, aclaró.

Francisco Guerrero es el encargado de acercarle la comida, de darle su suplemento de calcio y también ha sido el único valiente en aplicarle sus vacunas y desparasitarlo. Incluso a veces juega a la pelota con el felino.

“También los tigres necesitan ser sometidos, pero hay que saber respetar su jerarquía”, señaló Guerrero, quien dijo estar feliz por estar cerca de uno de estos ejemplares.

Los funcionarios de la perrera saben que el tigre no puede quedarse ahí por mucho tiempo, pues en breve su crecimiento hará necesario un lugar más grande. Esperan que pronto la situación jurídica de “Albert” sea definida para que las autoridades ambientales puedan llevarlo a un zoológico con las condiciones adecuadas o que el propietario pueda disponer de él.

Esto último se ve lejano pues no muchos pueden “tener en su casa y alimentar a un tigre adulto de 300 kilos”, concluyó Korkowski.

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