La cantera de la duda y el peso de los orígenes
Almirón comenzó su travesía futbolística en la cantera de Cerro Porteño a los 14 años. En sus inicios, era un jugador discreto y flaco, frecuentemente relegado por los entrenadores debido a su contextura física. Hernán Acuña, entonces entrenador de la academia y hoy su director, recuerda que Almirón apenas tuvo minutos con la selección sub-15 a pesar de su innegable calidad técnica. Los prejuicios sobre su físico estuvieron a punto de truncar su carrera.

Su entorno familiar fue crucial en esta etapa formativa. Mientras su madre, Sonia Soledad Relaja, trabajaba doble turno en un supermercado para sostener el hogar, su abuelo lo acompañaba incansablemente a los entrenamientos, forjando en el joven Miguel una fortaleza emocional clave.
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La determinación forjada en el sacrificio
En casa, la realidad exigía sacrificios. Miguel Almirón consideró dejar el fútbol al ser asignado al equipo con menos proyección de la academia, pero la intervención de su madre fue decisiva: “No, te has sacrificado mucho. Estás donde estás y no vas a dejar el fútbol”, le insistió. Este compromiso familiar fue determinante para mantenerlo enfocado en su objetivo.
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Hernán Acuña, confiando en su potencial, lo exigió al máximo en la categoría sub-17, dándole la oportunidad de demostrar su valía. El veloz extremo respondió con actuaciones sobresalientes, consolidándose rápidamente como uno de los mejores talentos de la academia azulgrana.
Consolidación y desafíos con la Albirroja
Su esfuerzo culminó en el ascenso al primer equipo de Cerro Porteño, donde conquistó títulos en 2013 y 2015. Con la selección nacional, inició su recorrido en la sub-20, logrando el subcampeonato sudamericano y jugando el Mundial de la categoría. El debut con la absoluta llegó en 2015, seguido por la Copa América Centenario.
Sin embargo, el camino con la selección paraguaya estuvo lleno de frustraciones por los repetidos fracasos en la clasificación mundialista. Las críticas y la presión eran intensas, pero Almirón se mantuvo firme, apoyado por su círculo cercano, incluida su esposa, Alexia Notto, quien siempre confió en que el sacrificio daría sus frutos.
El Sueño Mundialista y el Regreso a Casa
En 2025, Paraguay puso fin a una sequía de 16 años al clasificar al Mundial de 2026. Para Miguel Almirón, fue la culminación de años de arduo trabajo. Paralelamente, tomó la decisión de regresar al Atlanta United, ignorando ofertas de clubes poderosos de Italia y Brasil. “Quiero volver a casa”, confesó a su madre. Su agente, Daniel Campos, confirmó que su prioridad era el club de Georgia si la opción se presentaba. La bienvenida en Atlanta fue apoteósica, con centenares de aficionados recibiéndolo como el héroe que es.
Liderazgo, Entrega y un Legado Duradero
Almirón asumió la capitanía del equipo en la exigente temporada 2025, luciendo el brazalete con orgullo y determinación. Su ética de trabajo se mantiene inalterable; se entrena fuera de horario con un preparador personal, una muestra de su compromiso.
Su motivación trasciende lo deportivo: la familia, la humildad y el amor puro por el fútbol son su motor. “Solo juego por mi familia”, asegura él, refiriéndose a su hijo, esposa, padres y a todos sus incondicionales.
La historia de Miguel Almirón va más allá de los récords. Es un relato de superación universal: un joven que fue subestimado y hoy es un símbolo de esperanza tanto para Paraguay como para Atlanta. Su carrera demuestra que, con fe inquebrantable y perseverancia, los sueños más lejanos pueden materializarse. Su legado no se medirá solo en títulos, sino en la inspiración que brinda a quienes luchan contra la adversidad.