Maratón de Nueva York, una carrera que vale oro

Miles de turistas ya han desembarcado en Nueva York para su célebre maratón. Más aún que las otras grandes maratones, el de la Gran Manzana es una formidable máquina de hacer dinero, con una cálida acogida que hace soñar a los corredores de todo el mundo.

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El impacto económico del más prestigioso de los maratones, que comenzó en 1970 con apenas 127 corredores que daban vueltas al Central Park, es inmenso: más de 260.000 turistas dejarán a la ciudad unos 415 millones de dólares.

Entre los cerca de 51.000 corredores registrados para la carrera del domingo, cerca de 30% son extranjeros. Si no tuvieron la suerte de ser elegidos en la lotería cuyo ingreso cuesta 255 dólares para los estadounidenses y 347 dólares para el resto, muchas veces no tienen otra opción que pasar por agencias turísticas y comprar un paquete con el derecho a participar.

Estas fórmulas cuestan en general no menos de 2.500 dólares por persona, según la duración del viaje y el alojamiento escogido.

Y apenas llegados a Nueva York, los gastos comienzan, con la retirada del dorsal oportunamente situado junto a un salón donde se alinean cientos de expositores que venden todo para equipar o revitalizar a los corredores. Sin mencionar el turismo y el shopping que casi siempre forman parte integral de la experiencia.

Sin embargo, para una amplia mayoría vale la pena por el ambiente del maratón, que atraviesa desde 1976 los cinco distritos de Nueva York, considerado único en el mundo.

“Es el Graal de los maratones”, explicó Valérie Merle-Darcourt, corredora francesa que llegó de la ciudad de Evian con cinco amigos, aunque el viaje le parece “muy caro” y la organización “muy comercial”.

“Hice una vez el maratón de Nueva York hace cinco años, y nueve maratones en total”, contó Rob Elliott, llegado de Londres con su mujer Leonie. “Nueva York fue el mejor de los nueve, solo por el clima y el apoyo de la población, que es realmente muy especial”.

Paul Diver, originario de Belfast pero instalado en California con su mujer y sus dos hijas, estima que la familia “no gastará menos de 5.000 dólares”. Pero por nada del mundo se perdería “la atmósfera increíble” que le espera durante el recorrido de 42,195 km (26,2 millas).

“Los neoyorquinos te alientan por tu nombre cuando lo escribes en tu dorsal”, dice. “Cuando llegas a Queens o el Bronx, gritan ’¡Bienvenido a Queens, bienvenido al Bronx!’ (...) Permite ver el verdadero Nueva York, y una cara más dulce de los neoyorquinos”.

Francesco Ciancimino ya gastó más de 5.500 dólares para venir desde Roma con su mujer Donatella.

Pero quiere correr el maratón de Nueva York “al menos una vez en mi vida”, para saborear el aliento de las multitudes y las vistas increíbles de Manhattan.

Con un éxito tal, no sorprende que las organizaciones caritativas se hayan aferrado a la carrera.

Desde hace 10 años pueden asociarse al maratón, vendiendo algunos dorsales por miles de dólares cada uno, y han recolectado más de 200 millones de dólares, de los cuales 33 millones solo en 2015.

Los organizadores del maratón, la asociación New York Road Runners (NYRR), que también administra otras carreras más pequeñas durante el año, prefiere no comentar su propio margen de ganancia o el dinero que reciben de los anunciantes -Tata Consultancy Services, primer socio del maratón, firmó un contrato por ocho años en 2013- o los derechos televisivos del evento, difundido en directo en unos 125 países.

Interrogado, uno de sus responsables, Peter Ciaccia, se negó a dar cifras.

Pero según la revista Forbes, la organización del maratón en 2013 costó unos 35 millones de dólares, contra ingresos anuales de 73 millones. La expresidenta de los New York Road Runners, Mary Wittenberg, recibía hasta su partida en 2015 un salario de 600.000 dólares por año.

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