Trabajo no remunerado como obstáculo invisible para la igualdad de género en ALC

La dinámica demográfica de América Latina y el Caribe plantea importantes desafíos económicos y sociales hacia finales de este siglo. En el año 2000, la región alcanzó su pico poblacional en el grupo de 0 a 14 años, con 168 millones de personas, lo que reflejaba una estructura joven y con fuerte presión sobre los sistemas educativos. Hacia 2041, se proyecta que la población en edad productiva (15 a 64 años) llegará a su máximo de 478 millones, representando el momento de mayor potencial para aprovechar el bono demográfico.

El trabajo de cuidados no remunerados recae en mayor medida en las mujeres y limita sus oportunidades laborales remuneradas.
El trabajo de cuidados no remunerados recae en mayor medida en las mujeres y limita sus oportunidades laborales remuneradas.Pixabay

En 2053, la población total alcanzará su máximo de 731 millones de habitantes, antes de iniciar un proceso de envejecimiento sostenido. Para 2077, la franja de 65 a 79 años llegará a 125 millones, mientras que en 2100 los mayores de 80 años sumarán 83 millones. Este giro hacia una sociedad más envejecida exigirá mayores inversiones en salud, pensiones y políticas de cuidado, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

En línea con lo anterior, la economía del cuidado comprende la provisión de servicios en los hogares, comunidades, instituciones públicas y privadas. Involucra tanto a quienes reciben cuidados como a quienes los proveen, incluyendo familias, empleadores e instituciones.

Un reciente informe denominado “La sociedad del cuidado Gobernanza, economía política y diálogo social para una transformación con igualdad de género” de la Cepal y replicado por Bloomberg, da cuenta que el trabajo no remunerado constituye uno de los principales factores de desigualdad de género en América Latina y el Caribe (ALC). Las mujeres de la región dedican en promedio entre el 12% y el 24% de su tiempo diario a tareas domésticas y de cuidados no remunerados. Esta carga es más del doble de la que asumen los hombres, quienes dedican una proporción mucho menor de su jornada a este tipo de actividades. En términos de tiempo, ello implica que las mujeres realizan alrededor de 4 horas adicionales al día de trabajo no remunerado respecto a los hombres, lo que refleja una brecha estructural que limita sus oportunidades de participación en el mercado laboral remunerado.

Las desigualdades se intensifican a lo largo del ciclo de vida. En edades jóvenes la brecha es menor, pero se profundiza en la adultez. En la región, 50% de los hombres de 15 a 29 años participa en el mercado laboral, frente al 33% de las mujeres. Además, 16% de las mujeres jóvenes se dedica principalmente a cuidados no remunerados, en contraste con solo 1,6% de los hombres (Cepal y OIT, 2023).

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La magnitud de este fenómeno adquiere aún mayor relevancia al considerar su aporte económico. Un estudio conjunto del PNUD y la Cepal estima que el trabajo no remunerado de cuidados representa cerca del 21% del Producto Interno Bruto regional, una cifra que supera incluso el peso de sectores tradicionales como la industria o el comercio. Sin embargo, este aporte permanece invisibilizado en las cuentas nacionales y, sobre todo, no recibe una retribución económica. Cabe destacar que, de ese total, aproximadamente el 74% corresponde a labores desempeñadas por mujeres, lo que refuerza la concentración de la carga de cuidados en un solo género.

El impacto de esta situación se refleja en múltiples dimensiones. Por un lado, restringe la autonomía económica femenina y reduce sus posibilidades de insertarse en empleos de calidad, ya que muchas mujeres deben optar por trabajos de medio tiempo o informales para compatibilizar sus responsabilidades domésticas. Por otro lado, perpetúa desigualdades sociales y económicas, dado que el tiempo y esfuerzo invertidos en tareas de cuidado no son valorados al mismo nivel que otras actividades productivas.

Frente a este panorama, organismos internacionales han señalado la urgencia de reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidados en ALC. Esto implica no solo valorar estadísticamente su aporte al desarrollo económico, sino también invertir en infraestructura social, políticas públicas de apoyo y sistemas integrales de cuidado. La redistribución equitativa entre hombres y mujeres, así como entre familias, Estado y sector privado, se presenta como un paso fundamental para cerrar la brecha de género y avanzar hacia sociedades más justas.

El desafío para América Latina y el Caribe es transformar este aporte invisible en una prioridad de la agenda pública y económica.

Solo de esa manera se podrá garantizar que el tiempo dedicado al cuidado no se convierta en un obstáculo para la igualdad de oportunidades.

En la edición de mañana se abordará cómo se encuentra Paraguay con respecto a las demás economías de la región en la distribución del trabajo remunerado y no remunerado por género, así como los importantes desafíos que aún enfrenta el país.

* Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones.

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