La baja productividad, la informalidad y la desigualdad educativa siguen limitando la capacidad de los países para generar ingresos altos y estables, incluso entre los trabajadores con educación superior, quienes representan un segmento crucial para la transformación productiva.
El análisis de los ingresos laborales mensuales por nivel educativo alto, expresados en dólares internacionales a paridad de poder adquisitivo (PPP) de 2017, muestra una marcada heterogeneidad entre los países de la región. Costa Rica lidera con US$ 2.681, seguido por Chile (US$ 2.336,6) y Uruguay (US$ 2.221,2). Estos tres países cuentan con mercados laborales más formalizados y sectores de servicios dinámicos, que ofrecen mejores remuneraciones a trabajadores con educación universitaria.
Brasil, con US$ 1.997, ocupa una posición intermedia. A pesar de ser una de las mayores economías regionales, su estructura productiva heterogénea y las disparidades territoriales mantienen un ingreso promedio más bajo que el de las economías con mayor institucionalidad laboral. Más atrás aparecen Colombia (US$ 1.743,1) y Argentina (US$ 1.587,3), donde las recurrentes tensiones macroeconómicas, la inflación y la informalidad reducen la capacidad de los salarios reales para acompañar el costo de vida.
En este grupo se sitúa Paraguay, con un ingreso mensual de US$ 1.558,3 (PPP 2017) para los trabajadores con nivel educativo alto. El país supera ligeramente a Guatemala (US$ 1.556,3), República Dominicana (US$ 1.553,9) y Bolivia (US$ 1.543,1), y se posiciona mejor que varios países andinos y centroamericanos.
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Sin embargo, su distancia respecto a los líderes regionales es considerable: un profesional costarricense gana alrededor de US$ 1.100 PPP más que uno paraguayo, y un chileno cerca de US$ 800 adicionales, de acuerdo con los datos del BM.

El desempeño paraguayo refleja un equilibrio entre estabilidad y rezago estructural. Por un lado, el país mantiene una inflación controlada, estabilidad macroeconómica y una tasa de empleo formal en ascenso, pero insuficiente, factores que sostienen el poder de compra de los ingresos.
Por otro, la baja diversificación productiva y la alta concentración del empleo calificado en Asunción limitan el acceso a mejores salarios fuera del área metropolitana. La brecha salarial entre trabajadores con educación superior y los de menor formación es amplia, lo que refuerza el papel de la educación en la movilidad económica, pero también pone en evidencia la necesidad de mejorar la calidad del empleo formal y las oportunidades en sectores tecnológicos y de servicios avanzados.
Comparativamente, Paraguay presenta mejores resultados que varios países, no obstante, continúa rezagado frente a otros que lograron combinar estabilidad macroeconómica con políticas laborales activas.
En el caso de Uruguay y Chile, el mayor grado de sindicalización, los programas de capacitación y las políticas fiscales progresivas contribuyen a generar empleos mejor remunerados para profesionales.
En la parte baja del ranking se ubica México, con US$ 1.180, un valor que revela la persistencia de brechas internas a pesar de su fuerte inserción comercial. Este contraste ilustra que la apertura económica no garantiza automáticamente mejores salarios si no está acompañada de una mejora en la productividad y en la calidad de la educación.
El panorama general evidencia que los países que han logrado combinar estabilidad política, formalidad laboral y una estructura productiva diversificada presentan los niveles de ingreso más altos para trabajadores con educación superior.
En el caso de Paraguay, la prioridad debería centrarse en vincular su estabilidad macroeconómica con políticas de empleo de alto valor agregado, fortaleciendo la relación entre el sistema educativo y el mercado laboral.
* Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones
