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Andrew Dominik dirige una historia sórdida, que tiene como telón de fondo la crisis económica que Estados Unidos experimentó al final de la administración de George Bush, hijo. Establece un paralelo entre el proceso económico que atraviesa el país, que seguimos a través de la radio y de los informes televisivos, y la crisis de los mismos personajes, de la misma mafia; como si se tratara de lo mismo. Lo único que permea en este mundo es el dinero, y para conseguirlo todo es válido.
La ambientación es muy importante en este filme, aunque peque de momentos innecesariamente efectistas. Dominik nos presenta espacios urbanos angustiantes y grises, en los que, cuando no cae la lluvia, se siente transpirar desde la pantalla la humedad sofocante (SF).