Tragedia instigada por agitadores políticos

La tragedia de aquel viernes de octubre en la que murieron tantos jóvenes baleados frente al Palacio de López, fue en gran parte alentada por fuerzas políticas que instigaron a la multitud. Todo esto es analizado por Luis Verón en el libro “El 23 de octubre de 1931”.

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–El 22 de octubre ya hubo choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad, pero no se evitó lo que ocurrió al otro día.

–Hubo una convocatoria para el anochecer del jueves 22, una manifestación de la que participaron como 400 personas que se trasladaron hasta el Palacio de Gobierno, luego a la Escuela Militar. A lo largo de esta manifestación, instigada por políticos opositores, los ánimos fueron caldeándose con desmanes que incluyeron un intento de incendio de la residencia presidencial.

–Y no hubo represión hasta entonces.

–El Gobierno no quiso empeorar las cosas ni generar mayor encono y no permitió que las fuerzas del orden reprimieran la manifestación, lo que envalentonó a los manifestantes que tomaron dicha postura gubernamental como una actitud de debilidad o flojedad. La represión solo se dio cuando la vida del Presidente, en la noche del 22, estuvo en serio riesgo, y hubo que utilizar la fuerza.

–¿Qué ocurrió en los jardines del Palacio ese 23 de octubre de 1931?

–La represión de la noche anterior exacerbó los ánimos de los manifestantes, que en la madrugada del viernes 23 protestaron contra las medidas en su contra y, a la vez, seguir con las demandas por la supuesta indefensión del territorio chaqueño. Al amanecer se congregó frente al Palacio un poco más de un centenar de personas que intentó romper la línea de guardias –de la Policía y la Marina– e irrumpir dentro. Se oyeron disparos provenientes de entre los manifestantes, que hirieron a un comisario y mataron el caballo de uno de los guardias.

Fue en ese momento que los guardias apostados en la azotea del edificio rompieron fuego de fusilería y ametralladora, y alcanzaron a varios de los jóvenes, alentados por los agitadores mimetizados para que arremetieran contra el palacio y no tuvieran miedo ni fueran cobardes ante “las balas de fogueo”. Las balas eran de verdad.

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