Un bohemio distinguido

El premio nacional de música 2015, don Pedro Barboza Rojas, expresa conformidad por el logro, pero manifiesta preocupación por la falta de apoyo a lo nuestro y a los exponentes de la música abandonados, situación que colabora para el avance de lo foráneo.

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El premio también fue otorgado al ybycuiense Florentín Giménez , en el rubro música clásica, por su ópera “Juana de Lara”.

Pedro Barboza Rojas (91), premio nacional de música 2015, por su tema “Tapÿi ha’eño”, en la categoría popular vernácula, vive en su domicilio ubicado en el barrio Santa Teresita, en el extremo norte de esta ciudad, prácticamente a la vera de los cerros.

Explica que nació el 23 de octubre de 1924 en el barrio San Antonio de Asunción. Fueron sus padres Alberto Barboza y Pabla Rojas. Hace 35 años adoptó a Sapucái, como su segunda “patria chica”. A temprana edad empezó su inclinación hacia la música, viendo el ejemplo de su hermano mayor, Agustín Barboza.

Entre anécdotas detalla su vida de bohemio. Recorrió prácticamente todo el país, mayormente caminando con la guitarra; en el mejor de los casos en los vagones de trenes de Asunción a Encarnación y viceversa.

Comenta que las estrofas y las músicas de su creación están inclinadas hacia la galopa y que los motivos de su inspiración siempre fueron la madre, las mujeres del campo, los sueños, logros y derrotas; los valles, la serranía, arroyos y otros componentes de la naturaleza.

En el caso específico de su tema “Tapÿi ha’eño”, contó que fue grabado en Argentina, por primera vez, por la orquesta de Juan Escobar, en 1949, con la voz de su hermano Agustín. Luego, Luis Alberto del Paraná con Los Paraguayos lo convertiría en un éxito.

Escribió la canción inspirado en Eusebia Rodríguez, una morena ypacaraiense, de hermosos hoyuelos. Manifiesta que por ingratitudes de la vida, cuando trabajaba de peluquero diurno y músico nocturno en Clorinda, un día Eusebia desapareció del hogar, “como humo, sin dejar ni un adiós”. Fue en su búsqueda hasta Ypacaraí. Le entregó las estrofas escritas de “Tapÿi ha’eño” y logró reencauzar el amor.

El romance duró solamente hasta que ella le instó a que se casaran. “Es que tuve que inventar cualquier excusa, ambojojapa mantevaerã ichupekuéra (tengo que igualar a todas). Viajé y escapé del compromiso”, rememora con lucidez extraordinaria, mientras se preparaba para cantar algunas estrofas tras afinar las cuerdas de su vieja guitarra.

Barboza también compuso “Ko’eramo”, “Piraretã”, “Nepore’ynguépe”, “Mainumby che Kurupi”; “Ñandu Kavaju”, “Yvytyrysýi” (instrumental) y decenas de obras de carácter alegre y en algunos casos melancólicas, muy bien hilvanadas. Musicalizó igualmente “Sofía”, letra de su hija Eva, con quien vive en la actualidad.

Al ser informado de que con Florentín Giménez son acreedores de 1.500 jornales mínimos, una suma equivalente a unos G. 105.234.000, dijo que el dinero le será muy útil y que ojalá premios parecidos sean para otros exponentes del arte que viven en miserias y que generalmente son recordados con honores después de muertos.

Además de ser guitarrero cantor, también ejecutó arpa, piano y flauta y llegó a integrar algunas agrupaciones musicales. Pero se identifica como solista en guitarra popular, que hasta ahora ejecuta. Añora las serenatas en las ventanas de la amada o pretendida.

Recuerda que era muy amigo de Emiliano R. Fernández, con quien recorrió el país y de quien dice que “además de haber sido un poeta extraordinario e incomparable en su estilo, era un tanto tomador, farrista y muy trasnochador”. Dijo que cuando Emiliano fue herido de bala y fue internado en el Hospital Militar, él lo cuidó durante 11 meses, hasta su muerte.

Compartió momentos de alegrías y de penas con otros grandes exponentes de la cultura. Conoció a José A. Flores, Mauricio Cardozo Ocampo, Carlos Miguel Jiménez, Ampelio Villalba, Félix de Guarania, entre otros.

Según la apreciación de Barboza, las polcas, las guaranias y las galopas son excelentes, pero falta mayor apoyo en la difusión para la real valoración. Alega que se debe ejercer un control estricto en las horas de las grabaciones, para no desvirtuar el estilo y el contenido. Sostiene que aquellos que dicen “disparates” y chabacanerías en los versos, lamentablemente perjudican.

“Es necesario que haya buenos productos y que con la calidad convenzamos a los jóvenes, que tantas veces en forma ciega valoran más lo foráneo”, expresa Barboza. Asimismo, manifiesta que es necesario que se implemente más motivación para que surjan nuevos creadores.

Entre anécdotas, dijo que no tuvo muchas novias. Pero su hija Eva salió al paso y relató que su padre era un bohemio mujeriego, que llegó a tener 22 hijos con 12 mujeres.

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