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Fue así que el brasileño Yamandú Costa hizo rebasar las localidades del Teatro Tom Jobim, de la Embajada del Brasil, el jueves pasado, en honor al aniversario número 20 del citado auditorio.
Su talento, natural y descomunal, envolvió la sala desde que pisó el escenario, y el público se vio hechizado por la magia de la forma de tocar de Yamandú su guitarra de siete cuerdas.
Asimismo se pudo saborear la gran admiración que el artista tiene por Paraguay y sobre todo por la música de nuestro país, a la que halagó en todo momento, y a la que dijo amar desde niño, gracias a su padre, quien inundaba de nuestra música su hogar.
Inició su recital nada menos que con una improvisación suya sobre “Recuerdos de Ypacaraí”, que fue aclamada por todos.
Llevó a la platea también por una variedad de ritmos brasileros con “Mexidão”, “Choro de Natal”, “Samba pro Rapha” y “Sarará”. También hizo una guarania, que compuso como canción de cuna para su hijo.
También hizo obras como “Luciana”, que compuso para Lúcio Yanel, uno de sus maestros; y “El negro del blanco”, tema que grabó junto al saxofonista y clarinetista Paulo Moura, con quien se presentó aquí por última vez en 2005.
Al fervoroso clamor del bis, y tras varias ovaciones de pie, el guitarrista accedió con una polca paraguaya suya llamada “Mangoré”, como homenaje a Agustín Barrios.
Costa muestra ser un enamorado de lo que toca. Acompaña el ritmo con todo su cuerpo, hasta parece que hace bailar a su guitarra. Así también, en todo momento se demostró bromista e hizo que sea un ameno y distendido concierto, sin formalidades. En todo momento conversaba con los presentes.
El artista es energía pura. Impresiona como toca, el dominio y la seguridad que tiene de las cuerdas, y es admirable su capacidad para improvisar. Pero más allá de toda esa precisión y técnica, también sabe llegar con sus emociones al público. Al final Costa dijo: “Espero que no demoren más 11 años para volver porque amo esta tierra”. Sin dudas, esperamos que vuelva pronto.