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Pero este Mundial se devoró a los que sostuvieron el cartelito sin acompañamiento de juego o solidaridad. Por eso el equipo de Didier Deschamps llegó al partido de ayer como el Goliat. En frente, el David de la gente. Los niños de la guerra. Los que sin ningún proyecto desafiaron al cansancio y remontaron todos los partidos. Y fueron minoría en el Luzhnikí ante la invasión croata y el apoyo de los neutrales.
Deschamps mostró que una de las virtudes de un técnico es percatarse que si el plan original no funciona, hay que animarse a cambiar. El debut ante Australia destrozó la idea de los livianos con Ousmane Dembelé junto a Kylian Mbappé y Antoine Griezmann.
No hubo buen retroceso a la hora de compactar la línea ofensiva con el medio. Desde la segunda fecha, Olivier Giroud no salió del equipo. El delantero sin gol –un guiño al modelo 98 con Stephane Guivarch– justificaba con su obediencia defensiva además de darle altura en un certamen donde el balón detenido marcó pauta.
Croacia aplicó un plan de juego comprensible. Era su octavo juego si contabilizamos los tres alargues como un partido de 90 minutos. Con el estrés físico y emocional que conlleva. Presionar alto y golpear primero –algo que nunca lograron desde octavos– para manejar desde el resultado. No contaron con la picardía de Griezmann para la falta donde Mandzukic anotó en contra cuando mejor jugaban los croatas.
Apelaron al espíritu y empataron con otra pelota parada con el tiro de Perisic. El VAR no se quiso despedir callado como estuvo en las instancias finales y corrigió a Néstor Pitana quien estuvo afectado por el primer gol. Griezmann canjeó su tercer penal y una segunda desventaja ya era demasiado.
El segundo tiempo confirmó el partido soñado de Deschamps. Croacia con la carga de haber realizado el gasto de la etapa inicial y saber que recibieron dos goles ante un equipo que tuvo su primer disparo al arco en el penal, salió desordenado y dejó espacios que la pegada de Paul Pogba y la velocidad de Kylian Mbappé no perdonaron.
Hugo Lloris tuvo su segundo fatal para amagar un suspenso que no llegó a consolidarse por el cansancio croata y la lección aprendida por franceses en octavos ante Argentina.
Didier Deschamps se une al grupo selecto de campeón mundial como jugador y técnico junto al brasileño Mario Zagallo y el alemán Franz Beckenbauer. Pasaron 28 años para que ingrese alguien más. En el 2002, el alemán Rudi Völler no pudo.
El futuro es brillante. De los titulares, solo Lloris, Matuidi y Giroud superan los 30 años. Kanté y Griezmann llegarán con 31 a Catar. Los mismos de los tres treintañeros. El resto es Sub 25.
Se habló mucho de la Francia africana. En realidad, es la selección del banlieu (suburbio). Casi todos nacidos y criados en la estructura del fútbol francés. “En esos lugares no hay mucho que elegir para pasar el tiempo. Hay que jugar al fútbol para no caer en cosas peligrosas”, manifestaba Pogba quien marcó su primer gol del certamen en la Final.
Así son captados por los ojeadores que luego los envían a la academia de Clairefontaine donde funciona el Centro Nacional del fútbol francés con el acompañamiento de los clubes. Vía de escape social y bendición deportiva.
Así llegó el Bi. Lo disfruta Emmanuel Macron como lo hizo Jacques Chirac en 1998. Este tiene más sabor francés a pesar de lo que piense otra Le Pen.