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El equipo paraguayo salió presionando desde el arranque, metiendo a San Lorenzo hasta su área. Muy pronto obligó a un error del rival, pero los jugadores tricolores no supieron sacar provecho. Tras una serie de pifiadas, al final Derlis Orué sacó el remate, pero pegó en el poste izquierdo. Morínigo mandó poblar el mediocampo, con Julián Benítez jugando por la banda izquierda para tapar las subidas de Buffarini.
El equipo santo estaba nervioso, desconcertado, pero Nacional no aprovechaba las situaciones que se le presentaban. Todo iba bien hasta el borde del área, pero ninguno acertaba en los remates. A los 28, el cuadro paraguayo reclamó penal por una “cuerpeada” de Gentiletti sobre Zorro Bareiro, pero el árbitro Ricci no lo concedió.
En cambio, pasada la media hora de juego, el juez brasileño pitó sin dudar la pena máxima para San Lorenzo, que por entonces no había arrimado ningún peligro hasta el pórtico de Nacho Don. Un remate de Cauteruccio pegó en el brazo de Coronel. Penal, y el paraguayo Néstor Ortigoza lo cambió por gol para poner en ventaja al equipo argentino.
Era demasiado premio para San Lorenzo y castigo para Nacional, al que le faltó jerarquía para definir. Sobre el final, Nacional volvió a inquietar el arco rival con remates de media distancia de Melgarejo y de Torales.
La etapa complementaria se presentó dramática, con el equipo santo que orillaba el segundo gol, mientra el tricolor procuraba el empate. Con el ingreso de Montenegro por Orué se buscó dar más empuje al ataque. Se insistió con el juego aéreo, donde no sacaron ventaja. Zorro reclamó otro penal a Ricci, quien ya se mostraba muy complaciente con los jugadores sanlorenzanos. A poco del final, Bareiro tuvo el empate en sus pies, pero se demoró y su remate fue desviado al córner por Gentiletti.
Nacional perdió por su propia inoperancia, aunque es loable lo realizado en esta Copa, en la que hizo historia, pero le faltó coronarla con el éxito.