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Cuando llega a la planicie chaqueña el río Pilcomayo se escurre en medio de un arenal.
Cada crecida implica el arrastre de sedimentos y su depósito en cauces donde disminuye su velocidad.
Desde su nacimiento, en las montañas de Potosí (Bolivia), el río viene transportando arena; es el segundo río en el planeta en colmatación, detrás del río Amarillo (China Popular).
Dependiendo del nivel de crecida, cada año se deposita en el Chaco un promedio que oscila entre 60 millones y 90 millones de metros cúbicos de arena. Argentina y Paraguay (en menor escala Bolivia) están “condenados” a limpiar cada año la arena que se deposita en su cauce.
En los últimos tres años Paraguay no cumplió la tarea de limpiar el conducto que transporta al Pilcomayo.
El resultado de esta inacción fue el taponamiento de la embocadura. Los sedimentos se depositaron hasta cubrirlo totalmente.
Esto obligó a abrir “ nuestra” embocadura en territorio argentino.
No hay garantías de escurrimiento
Entre octubre y diciembre del año pasado el Ministerio de Obras Públicas y la Comisión Nacional del Pilcomayo rehabilitaron 75 kilómetros de canal artificial para unir la embocadura del río con el cauce natural de la cañada La Madrid.
No se trata de capricho de los pobladores cuestionar la apertura del canal para que ingrese nuevamente el Pilcomayo: la cañada La Madrid no se limpió, está colmatada en diversos tramos, por lo tanto no existen garantías de escurrimiento.
Buena parte de los pobladores de la zona del Pilcomayo son pequeños ganaderos, gente que vive el día a día con precariedad.
Es un absurdo pensar que puedan encarar un proyecto de limpieza a lo largo de 600 kilómetros de cauces; esta es una responsabilidad del Estado paraguayo.
Nirma Servín, presidenta de la Asociación de Pobladores del Pilcomayo, ratifica que existió apuro en abrir la embocadura.
Dijo: “deberían haber limpiado La Madrid y luego pensar en captar aguas”.
Una realidad sencilla pero de difícil aplicación para los técnicos de la Comisión del Pilcomayo.
roque@abc.com.py