LOS LECTORES OPINAN

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2061

Cargando...

La reacción

La reacción popular contra los senadores ha sorprendido, nadie la esperaba y, como en el país de los ciegos el tuerto es rey, sobramos analistas. La sorpresa se debe a la tradición de mansedumbre y aceptación del pueblo y a la ignorancia de la mecánica de los hechos sociales.

El origen fue la libertad vigente desde el 3 de febrero de 1989, desde la caída de la dictadura.

La indignación popular se generó sola a partir de la información traída por un diario o dos sobre los repugnantes manejos de influencias de senadores para ubicar en cargos públicos a parientes y relaciones. Los partidos políticos y movimientos sociales se sorprendieron y quedaron desorientados. El pueblo se convocó y se animó a sí mismo a través de las redes sociales; no necesitó de dirigentes que, por otro lado, no existen. Este ha sido un movimiento sin dirigentes. Por eso, por no tener hasta ahora un intérprete lúcido, su duración debiera ser corta, no tiene un objetivo.

Aunque se sigue diciendo que la reacción fue contra la corrupción, el nepotismo, etc., no hay que ilusionarse: la motivación ética es muy dudoso que existiese. La corrupción como vicio multifacético endémico no molesta a casi nadie y la practican casi todos aunque la condenen de labios para afuera. Y del nepotismo se puede decir lo mismo. Así que no se debe creer que repentinamente nos hemos purificado y hemos corregido unos trozos de nuestra cultura.

Lo que pasó fue que indignó el desenfreno de un grupo de hombrecillos habituados a la impunidad y la más completa falta de ética. Fue un empacho. Y probablemente no faltó en la reacción popular una pizca de envidia. A los senadores del grupo “malo”, los que protegieron a Víctor Bogado, se les fue la mano: su angurria fue demasiado grosera, son de los que venden a la patria y a la madre.

Si la reacción hubiese sido ideológica, pensada, principista, el pueblo habría tomado las calles exigiendo que se fueran todos, todos los legisladores, la Corte Suprema de Justicia y caracterizados jerarcas de la administración, más algunos sobrevivientes de regímenes pasados. El Presidente de la República tampoco se inquietó y demostró una vez más, que la vocación política no es su fuerte. Con unos golpes de pecho parece que todos volverán a sus bancas… y a sus travesuras, pero con más cuidado.

Queda muchísimo por hacer. La reacción popular es solo un ensayo sin director ni libreto. Esperemos que el próximo salga mejor. Falta, por ejemplo, que entre en funciones un comité nacional de salud pública con representantes de partidos, movimientos, grupos y de la Iglesia, otra vez ausente hoy en la oscuridad de su mediocridad. Falta ver si hemos alcanzado la madurez para marchar juntos, hacia una nueva cultura de la ética, el respeto y la colaboración.

Carlos J. Ardissone Valdés

Cerdos

¿Cuál fue mi sorpresa al pasar por la flamante Costanera? Al pie del Poder Legislativo y a unos escasos metros de los jardines del Palacio presidencial, alegremente, unos cerdos deambulaban dedicándose a una de sus tareas favoritas, remover la tierra con su hocico en busca de tubérculos u otros comestibles escondidos bajo tierra.

Esta situación me ha resultado primero algo gracioso y pintoresco, pero pensándolo a frías considero que en cierto modo esta imagen es el triste reflejo de la dejadez, de la falta de seriedad, de la informalidad que les caracterizan a los servicios y poderes públicos en nuestro país.

Nos encontramos en el ámbito de lo simbólico. Unos cerdos gozando de su libertad de movimiento entre la sede del Poder Legislativo y el Palacio de Gobierno quizás le podría complacer a unos pocos turistas originarios de países muy desarrollados, acostumbrados a estar rodeados por el cemento de las grandes ciudades y quienes percibirían ahí una conexión entre la fauna y la urbe. Sin embargo, como ciudadanos de un país con gran potencial y si queremos avanzar, debemos respetarnos a nosotros mismos, debemos tener una mayor idea de lo que valemos, debemos cuidar un poco más nuestra imagen. Hay que limpiar la casa. ¿Cómo en un país que pretende transmitir una imagen seria puede permitir que en una zona restringida se encuentren la sede del Poder Legislativo, chiqueros, el Palacio gubernamental y una villa miseria?

Los poderes públicos deben tener en cuenta que en adelante la opinión pública estará en vigilia y no permitirá que se alteren sus prerrogativas. Este poder se consolidará cada vez más, gracias a la tecnología que hoy en día permite un intercambio de informaciones de manera instantánea y universal. Se espera de ellos que cumplan con el mandato que se les otorgó, a través del voto, el pueblo delegando su poder de hacerse justicia propia al Poder Judicial, delegando su poder de llevar a cabo su propia política al Poder Ejecutivo y su poder de dictar sus propias normas al Poder Legislativo.

Los políticos electos no son nada más que los representantes de los ciudadanos, quienes depositaron en ellos su confianza para administrar la “res-pública”, o la “cosa pública”, por lo tanto, estos tienen la obligación de rendirle cuentas a la ciudadanía. Es hora de que terminen con la prepotencia, el clientelismo, el nepotismo y la corrupción.

Iván Evreinoff Cataldo

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...