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El presidente Santiago Peña reaccionó ofuscado cuando en una ronda de prensa fue abordado por un periodista de ABC Color sobre la existencia o no de conflicto de intereses respecto a la millonaria inversión de fondos jubilatorios del IPS. Y es que el primer mandatario de la República es ahorrista en el banco ueno y es accionista en el ueno Holding, negocios vinculados a un mismo grupo empresarial, vínculos sobre los cuales el titular del Ejecutivo no parece hallar ningún conflicto de intereses, pero lo más importante de todo, no quiere aclarar ni le interesa explicar, solo agraviar.
En su tanda de despotricadas contra este diario, propia en aquellos funcionarios del Estado que prefieren atacar antes que explicar conductas públicas, lejos de dar una respuesta que aclare las dudas sobre el tufo de intereses que rodea a dicha operación, acusó que ABC, con una campaña mediática mezquina y mentirosa, no quiere que se hable de una supuesta olla destapada que afecta al propio medio. El Presidente olvida que quien no quiere hablar ni dilucidar el legítimo derecho de sospecha que recae sobre esa colocación de fondos de jubilación de IPS en bonos en un novel banco es él mismo, el que tiene la investidura y la obligación constitucional de hacerlo. Porque además, lo que inició como un cuestionamiento hacia esta aplicación de bonos realizada por el IPS terminó destapando la realidad de que el aludido banco ha sido beneficiado con más operaciones con fondos públicos, llegando a ser uno de los dos más favorecidos junto con Basa.
Un sonriente Santiago Peña abrió la 80ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) la semana pasada en Córdoba, Argentina. Y firmó ante cámaras de todos los medios del continente la Declaración de Chapultepec. El Presidente debe empezar a entender, de una vez por todas, que sus conductas van más allá del vedetismo político que le gusta ostentar; implican un compromiso con las ideas y los principios. La Declaración de Chapultepec que él firmó es una proclamación de principios que rige para toda América, y que los países y gobiernos firman y ratifican reconociendo que la libertad de expresión y la de prensa no son una graciosa concesión de ninguna autoridad de turno, sino derechos inalienables de un pueblo. Y que ambas garantías son necesarias para construir una sólida democracia.
Hoy hace seis días que Santiago Peña se comprometió con la transparencia, el respeto a la libertad del pueblo a expresarse en cuestiones públicas, sobre todo las poco convincentes o que despierten sospechas sobre negocios privados en asuntos públicos. Apenas cuatro días después de firmar un compromiso internacional para respetar el trabajo de los periodistas y de los medios de comunicación, un descontrolado Santiago Peña apuntó el dedo acusador literal y metafóricamente sobre un trabajador de la prensa de nuestro diario, y lejos de sujetarse a aclaraciones que bien le hubieran venido, emitió acusaciones no solo desacertadas sino, además, falsas.
ABC Color no se ha doblegado, en toda su historia, ante ataques que el poder político siempre ha desatado tras hallazgos periodísticos que luego la justicia terminó castigando con condenas ejemplares. No lo ha hecho durante el stronismo ni después de él, y ciertamente, no claudicará ahora. Tenemos un compromiso con nuestra propia historia que no será traicionado. Entre otros grandes escándalos, desde las páginas de nuestro diario se ha denunciado el vaciamiento del Banco Nacional de Trabajadores (BNT), el quiebre fraudulento de bancos y el desvío de fondos públicos para tratar de sostenerlos, el desvío de los 16 millones de dólares del Banco Central del Paraguay (BCP), el escándalo de los audios que terminó resquebrajando el imperio del clan de los González Daher y los llevó finalmente ante la justicia, el escandaloso manejo de parte de los fondos jubilatorios de la Caja de Jubilaciones de Itaipú (Cajubi), y ni qué decir, nuestro compromiso con los derechos del Paraguay en las binacionales Itaipú y Yacyretá.
Al presidente de la República le quedan unos cuatro años más para intentar cumplir su promesa de que “vamos a estar mejor” y debe tratar de hacerlo sin ponerse nervioso, sin salirse de sus casillas y sin decir falsedades cuando se le exige transparencia sobre asuntos públicos. El escogió la presidencia para regir los destinos del Paraguay; el cargo regala muchas bondades, privilegios, prerrogativas, viajes y un estilo de vida que debe ser deslumbrante. Pero trae aparejado consigo un montón de deberes y obligaciones constitucionales que debe cumplir y sobre los que está obligado a explicar. La más importante de todas: está “legalmente obligado” a poner a disposición de los ciudadanos, en forma oportuna y equitativa, la información generada por el sector público”. No lo decimos nosotros, lo dice la Declaración de Chapultepec que Santiago Peña acaba de firmar y parece no haberla leído todavía.