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Tres siglos atrás, en la Francia prerrevolucionaria, el malestar del pueblo por los abusos del poder de la monarquía era similar al malestar que hoy sentimos cuando vemos el despilfarro del dinero público en manos de unos pocos para beneficio propio, a costa del sacrificio de todos los ciudadanos que con sus impuestos sostienen el Presupuesto General de la Nación. Ese malestar del pueblo francés se acrecentaba a medida que en el Palacio Real se celebraban grandes banquetes mientras en las calles no tenían qué comer.
En una de esas opulentas fiestas de derroche, cuenta la historia que María Antonieta preguntó a su criada qué era lo que reclamaba el pueblo, a lo que la doncella le contestó: “Madame, el pueblo no tiene pan”, a lo que la Reina repuso: “Si el pueblo no tiene pan, que coma pasteles”.
Esta frase, tan recordada por numerosos historiadores, refleja la completa desconexión de la monarquía para con las necesidades de su pueblo hambreado y descontento. Demuestra además una absoluta indolencia y el egoísmo de mirar solo en beneficio propio.
Haciendo un paralelismo, recordemos que el eslogan de campaña del gobierno de turno de nuestro país ha sido la frase “vamos a estar mejor”, sin embargo, día tras día vemos cómo las decisiones de nuestras autoridades solo redundan en beneficios personales, dejando en claro que quienes están mejor son ellos, el resto, “que coma pasteles”.
Viajes de lujo y paseos en yates pagados por el pueblo paraguayo so pretexto de participar como observadores en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, un estado federal que cuenta con un sistema de elección de voto indirecto, es decir, a través de colegios electorales, completamente distinto al sistema de elección en Paraguay. Un estado unitario con sistema de elección de voto directo demuestra que el viaje de 15 diputados costeado por el pueblo paraguayo es un completo y absoluto derroche del dinero público, dinero de ese pueblo que al igual que el pueblo francés prerrevolucionario, contempla desde las graderías cómo nuestros glotones parlamentarios se comportan exactamente igual que aquella monarquía despótica.
Asignaciones de jubilaciones vip al cumplir apenas dos periodos parlamentarios, creando con esto dos clases de paraguayos, los legisladores que se jubilan en 10 años y el resto del país que alcanza la jubilación luego de tres décadas de sacrificio. Esta actitud de nuestros parlamentarios solo demuestra que la promesa de campaña de aquel “vamos a estar mejor” se refería solamente a ellos, el resto, “que coma pasteles”.
Contratos y ascensos millonarios de bachilleres, parientes, amantes, vecinos, hijos, hijastros, amigos e hijos de sus amigos, sin más méritos que los lazos de consanguinidad o afinidad con nuestros parlamentarios, solo revelan que el esfuerzo y la meritocracia nada sirven. Demuestran que aquel discurso de Santiago Peña en el que burlándose de jóvenes profesionales que obtuvieron sus títulos con esfuerzo y sacrificio llamándolos “guapitos”, no fue producto de un desliz, sino que fue la expresión de la más triste realidad que fomenta el clientelismo, el nepotismo y el prebendarismo en el acceso a cargos públicos. Ellos y sus amigos están bien, el pueblo, “que coma pasteles”.
Asignación de cupos de combustible para nuestros congresistas, por montos que casi duplican el salario mínimo demuestra que, según su análisis, dos familias deben vivir, alimentarse, vestirse, cubrir sus necesidades básicas y educar a sus hijos con el mismo importe que el que ellos necesitan para pasear sus lujosos vehículos desde sus casas hasta el Congreso, y sobra para que sus esposas, esposos e hijos puedan pasear sin preocuparse porque el tanque entre en reserva. Esto solo demuestra que los beneficios y ostentaciones son solo para ellos; el común del pueblo, “que coma pasteles”.
En la última semana llegamos a tener conocimiento de la supuesta licitación de planes de seguro odontológico para los glotones parlamentarios. Si bien esta información fue desmentida por el presidente de la Cámara de Diputados, el cartista Raúl Latorre, el mismo solo expresó que los diputados no cuentan con seguro odontológico, sin embargo, no desmintió la existencia de un proceso licitatorio. En caso de que así sea, es importante entender que “el tango de la corrupción se baila de a tres”, el que corrompe, el corrompido y el pueblo que lo permite. Entonces, cuando hechos tan alevosamente contrarios a la moral como una eventual convocatoria a licitación de servicio odontológico para mejorar la sonrisa de los diputados y sus parejas se sostiene sobre las lágrimas de un pueblo que paga estos lujos a costa de su sudor y su esfuerzo, ninguna empresa con un mínimo de conciencia patriótica debe presentarse a este tipo de concursos, pues hacerlo es colaborar con este esquema de inequidades e injusticias, donde solo unos pocos se llenan el estómago en banquetes de corrupción, mientras el pueblo tiene hambre, lo cual pareciera no importar, ya que si el pueblo tiene hambre, QUE COMA PASTELES.