Es a la ciudadanía a la que “se le acaba la paciencia”

Según relató el ministro del Interior, Enrique Riera, el presidente Santiago Peña les dijo a sus ministros en la última reunión de gabinete, sin chistes ni sonrisas, que “se le acabó la paciencia”, que “hay que mejorar en todos los frentes”, que no quiere “más excusas ni diagnósticos”, sino que quiere “que ello se convierta en respuestas”, que todos son prescindibles y que si alguno se siente sin fuerzas, desgastado o desmotivado, se le agradecerán los servicios prestados y se lo reemplazará. Sin embargo, al mismo tiempo, Riera señaló que “estamos mejor”, pero que hay un “problema de comunicación”, porque la prensa no informa lo bueno. Es decir, una excusa. ¿En qué quedamos?

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Riera contó que fue “la reunión más dura” desde el inicio de este Gobierno, convocada a raíz de las críticas que afloraron al plan Hambre Cero de almuerzo escolar y del trágico episodio de la muerte de un bebé prematuro por el no funcionamiento de una Unidad de Terapia Intensiva Neonatal que Peña en persona había inaugurado una semana antes en el Hospital Regional de Villarrica.

Reveló que hubo un “pirevai general” por la “mala percepción ciudadana”, a pesar de “los números y los esfuerzos”, porque “hay muchas obras y logros que merecen ser contados, pero los medios solo muestran lo negativo”. Como ejemplos mencionó “el tema de negociación de Itaipú, el grado de inversión, el tema de bajar el combustible, de que les llegue a 1.200.000 niños todos los días un plato de comida sobre la mesa, con aciertos y errores”.

Añadió que Peña siente que actúa de buena fe y que a veces sus posiciones no son comprendidas. “Ustedes se imaginan lo que es (para el presidente) levantarse muy temprano y acostarse muy tarde, y todos los días leer las tapas de los diarios diciendo que todo lo que hace está mal o siempre señalando el error o el defecto, es muy duro, es duro familiarmente, personalmente y como equipo”. ¡Pobre anga! Será por eso que ya ha hecho 45 viajes al extranjero en un año y medio de mandato, a razón de casi tres por mes, y que va y viene en el helicóptero oficial a su flamante casaquinta veraniega para desestresarse.

Lo que típicamente les ocurre a muchos gobernantes es que se malacostumbran a las cepilladas, se rodean de aquellos que les prodigan elogios y descalifican a los detractores, radian a los que les dicen la verdad, terminan creyéndose las apologías de los chupamedias y alejándose cada vez más no solamente de la realidad, sino de la tremenda responsabilidad que tienen sobre sus espaldas.

Muestras de ello se vislumbran precisamente en lo que el Gobierno piensa que se debe destacar de su gestión. Por ejemplo, cuando Riera menciona que, “mal o bien”, todos los días les llega un plato sobre la mesa a 1.200.000 niños, lo de “sobre la mesa” es un decir, porque abundan testimonios de alumnos comiendo en el piso o en pupitres destrozados, en escuelas que se caen a pedazos. El ministro de Educación, Luis Ramírez, da, justamente, una excusa, culpando a las protestas por el retraso de una licitación de Itaipú. Sin embargo, se promueve una innecesaria adquisición de “uniformes” (dos remeras y un buzo), en un proceso aparentemente direccionado, por 6,6 millones de dólares, monto suficiente para comprar 150.000 tablones y dotar a todas las escuelas del país de lo mínimo necesario para servir los almuerzos de manera digna.

El “grado de inversión” fue parcial, sujeto a condiciones que peligrosamente no se están cumpliendo, y en cuanto a la “negociación de Itaipú”, de la que permanentemente se jacta el Gobierno, la obtención de un extra de “fondos sociales” por diferencia tarifaria (cuyo monto, ejecución y destino son misterios que nadie controla), pagado parcialmente por la ANDE, es algo completamente secundario. No solamente se sigue postergando la negociación de fondo, que es la revisión del Anexo C, sino que hay indicios de que se claudicará en la reivindicación histórica del Paraguay de eliminar la figura de la cesión de los excedentes energéticos al Brasil, lo cual, de concretarse, dejará el escándalo del “acta entreguista” de Mario Abdo Benítez al nivel de un juego de niños.

Culpar a la prensa y acusarla de “solo publicar lo malo” es el pretexto más viejo de la política. Además, si fuera por eso, el presidente tiene de su lado a todo un conglomerado de medios vinculados y a un ejército de comunicadores amigos dentro y fuera de los mismos, en diarios, portales, televisión, radio y redes sociales, que en todo momento lo adulan, lo aplauden y lo justifican. Lo que tiene que entender Santiago Peña es que la ciudadanía le está diciendo lo mismo que supuestamente él les dijo a sus ministros: basta de excusas, que empiece a mostrar eficacia y resultados o que se vaya a su casa.

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