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El año lectivo empezó el 24 de febrero, sin que hasta hoy los kits escolares hayan sido entregados a cada uno de los 1.407.863 alumnos de los niveles básico y medio de los centros educativos públicos y privados subvencionados, pese a que el ministro de Educación y Ciencias, Luis Fernando Ramírez, había dicho que todos lo recibirían a más tardar el 4 de marzo, “Día Nacional del Kit”; nada dijo de los kits de aulas, paquetes de 18 útiles que deben quedar en cada una de las 77.397 salas de clases: una iniciativa lanzada con bombos y platillos por el actual Gobierno para “aliviar el peso de las mochilas de los chicos”.
Es decir, pasó más de un mes desde la nueva fecha magna, sin que haya concluido la distribución de los materiales a través, en parte, de la Dirección Nacional de Correos; la pésima gestión ministerial resulta notoria: hubo tiempo suficiente para planificar y ejecutar las entregas, pero transcurrieron largos meses sin que se hayan tomado medidas oportunas para que todos los kits lleguen a destino antes del inicio de las clases, siendo de notar que es la primera vez, en más de seis años, que ocurre un retraso similar con respecto a los escolares. La demora no afectó solo a los centros educativos alejados de la capital: todavía el 26 y el 28 de marzo, los padres de los alumnos de una escuela de Ñemby y de una de Ypané exigieron que el ministro cumpla con su promesa y que se respeten los derechos de sus hijos.
Está visto que, durante las vacaciones de alumnos y profesores, las autoridades del MEC no se esforzaron para que los paquetes de útiles arriben a sus respectivos destinos antes del inicio de las clases. Así las cosas, resulta ridículo que, según el Ministerio, el “Día Nacional del Kit” –posterior al de la apertura del año lectivo– haya tenido que ser “aplicado” desde este año “con el objetivo de que docentes y directivos manejen esa fecha como parámetro para que ningún niño o joven quede sin sus útiles”. Y bien, muchos educandos siguen sin el kit escolar y todos sin el de aulas, de modo que desde el próximo año habría que postergar el inicio de las clases para que los burócratas del Ministerio puedan preparar los envíos a tiempo, salvo que de pronto su desempeño mejore notablemente.
Como en el área sanitaria, el Gobierno prioriza aquí la propaganda antes que la eficiencia, sin atender que dirigir el país montando shows supone tomar a los gobernados por unos idiotas que se olvidarían, por ejemplo, de la desastrosa infraestructura educativa, si se declarara el día nacional de unas cajas de útiles aún no entregadas, total o parcialmente, debido a la ineptitud y a la indolencia: la corrupción no es el único vicio de nuestro aparato estatal ni un aumento presupuestario de la educación pública el santo remedio para todos sus males.
El ministro Ramírez debe dar cumplidas explicaciones a la ciudadanía acerca del fiasco del 4 de marzo, para borrar la triste impresión de que es un charlatán que intenta vender espejitos de colores; aunque no tuvo que enfrentar un hecho imprevisto, se ha mostrado incapaz de cumplir con el calendario de clases y hasta con el glorioso “Día Nacional del Kit”, declarado por él mismo. Se ha burlado y se sigue burlando de los estudiantes y de sus padres, como si la entrega de los útiles fuera en realidad una tontería o, en todo caso, menos relevante para el Gobierno que el eventual efecto propagandístico de un anuncio sin consecuencias. Quizás confíe en que el próximo escándalo haga olvidar este y en que la historia continúe sin afectarlo más allá de un bochorno pasajero; empero, no debería abusar de la supuesta amnesia colectiva, pues siempre habrá memoriosos que recuerden sus desvergüenzas, como la que supuso prometer kits de aula que aún no habían aparecido más de cuatro semanas después del inicio del año lectivo.
La educación pública se ha vuelto una importante fuente de corruptelas diversas, entre las que en los últimos tiempos se han destacado el programa Hambre Cero, gestionado por el Ministerio de Desarrollo Social, y los pupitres proveídos por Itaipú Binacional; es ruin que la enseñanza de niños y jóvenes sirva de coartada para llenarse los bolsillos, pero también que se la use para generar falsas expectativas, como lo ha hecho el Ministerio competente con relación a los kits. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de respetar a los alumnos y a sus padres, algo menos habitual en dicho órgano de Gobierno que incurrir en la vulgar politiquería.