El último viernes, en una disertación ante autoridades coloradas del departamento de Paraguarí, el presidente de la ANR, Horacio Cartes, aludió implícitamente a las ventajas que el clientelismo reporta a los politicastros, en especial a los oficialistas: si se necesitan ataúdes o remedios, entre otras cosas, se recurriría a ellos para obtenerlos. En sus palabras: “cuando tenemos el difunto, cuando tenemos el cajón, cuando tenemos necesidades de los remedios...”, puede deducirse que allí estará un dirigente colorado para satisfacer dichas necesidades. En igual sentido, el 21 de agosto de 2021, en San Juan Bautista de las Misiones, había instado con todo cinismo a los dirigentes colorados a que “sigan haciendo tráfico de influencias para servir” a sus correligionarios, buscando, por ejemplo, camas hospitalarias, que escasean.
Desde hace décadas, nuestro diario ha venido señalando que la mejor opción para políticos clientelistas es mantener al pueblo en la ignorancia, porque ese ambiente se constituye en el mejor coto de caza para conseguir afiliaciones y un electorado cautivo para las elecciones. Es lamentable que en esta época se siga manteniendo esa clase de mentalidades, en vez de pregonar el desarrollo integral de las comunidades para que la gente pueda satisfacer sus necesidades mínimas.
Con la mencionada práctica habitual en nuestro medio, se espera que los auxiliados se muestren agradecidos con sus benefactores al otorgar sus votos, como si hubieran recibido un favor y no tuvieran derecho a una adecuada asistencia estatal. La práctica del clientelismo, definido como la conquista y la conservación del poder mediante la fidelidad obtenida a cambio de ayudas y servicios, explica que el fracaso de las políticas públicas beneficie –paradójicamente– a los capitostes del partido oficialista. Conviene, por tanto, que el desastroso sistema educativo haga que gran parte de la población ignore que no tiene por qué recurrir a quienes, por lo demás, muchas veces se valen del dinero de la corrupción para prestar auxilios nada altruistas.
Si no hay fármacos, insumos ni camas en los hospitales públicos es también porque se roba a mansalva, a lo que se suma la ineptitud flagrante, ligada a que el carnet partidario es más importante que un título académico para ocupar un cargo público, según las memorables palabras del presidente Santiago Peña.
Es sabido que el clientelismo también tiene mucho que ver con la selección de los funcionarios y hasta con la de los docentes, con la consecuencia de que unos y otros sean más leales a sus respectivos padrinos que al interés general. Es aberrante que las víctimas de una gestión gubernativa escandalosa respalden en las urnas a sus victimarios que, como es obvio, no pueden tener interés alguno en que las cosas cambien. Es lamentable que se les aleccione hasta a los niños en las escuelas para “agradecer” en coro, públicamente, a las autoridades tanta “generosidad”.
Los supuestos benefactores son los responsables, en fin, de que tampoco los colorados pobres accedan a buenos servicios públicos, un derecho del que son excluidos para que luego den las gracias al dirigente partidario que sostiene la gestión gubernativa causante de sus desdichas. Estos dirigentes estarán cada vez “mejor” mientras gran parte de la ciudadanía continuará sumida en sus necesidades. La gente debe despertar y reclamar sus derechos en voz alta, antes que humillarse frente a cualquier jerarca indigno.