Los indígenas “no están mejor” sino todo lo contrario

En el país de maravillas que pintó el presidente Santiago Peña en su mensaje al Congreso el pasado 1 de julio, no hubo lugar para los indígenas que continúan arrastrando su miseria por el país, incluso en la misma zona céntrica de nuestra ciudad capital. En efecto, ninguneó a los más de 100.000 indígenas distribuidos en diecinueve pueblos en el territorio patrio, y no les dedicó una sola palabra a su sempiterno drama. Ayer mismo, los nativos bloquearon una vez más el tránsito en la avenida Artigas, donde está ubicado el cuartel que sirve de asiento a la entidad pública, el Indi, que debe ocuparse de ellos. El mero asistencialismo puntual tiene patas muy cortas: ya es hora de intentar seriamente que los indígenas “estén mejor” o que al menos no estén peor de lo que ya están por culpa del abandono del que han venido siendo víctimas por parte de quienes hasta los denigran comprando sus votos y practicando el prebendarismo también en el Indi.

En el país de maravillas que pintó el presidente Santiago Peña en su mensaje al Congreso el pasado 1 de julio, no hubo lugar para los indígenas que continúan arrastrando su miseria por el país, incluso en la misma zona céntrica de nuestra ciudad capital. En efecto, ninguneó a los más de 100.000 indígenas distribuidos en diecinueve pueblos en el territorio patrio, y no les dedicó una sola palabra a su sempiterno drama. Ayer mismo, los nativos bloquearon una vez más el tránsito en la avenida Artigas, donde está ubicado el cuartel que sirve de asiento a la entidad pública, el Indi, que debe ocuparse de ellos.

A los reclamos de siempre, como la provisión de tierras y de agua potable, se agrega ahora el de la destitución del jefe del Instituto Paraguayo del Indígena (Indi), el general (SR) Juan Ramón Benegas, porque “con este presidente no podemos hablar; es luego militar y más que nada recibimos amenazas y maltratos; no quiere que hagamos nuestros reclamos”. Sin embargo, en anteriores manifestaciones han solicitado la remoción de directores civiles, lo que demuestra que el problema de estos compatriotas va más allá de las personas que están al frente de la institución; radica en la falta de la aplicación de una verdadera política de Estado que contemple con toda claridad la poblemática indígena.

Los repetidos cierres de la avenida Artigas son a todas luces ilegales, pues viola el derecho de terceros a transitar libremente, viéndose forzados a desplazarse dificultosamente por calles laterales en pésimo estado. Los vecinos también piden el traslado de las oficinas del Indi, por la inseguridad y el merodeo permanente de los nativos por esos lugares. Al respecto, el proyecto de construir una oficina regional en Yhú y otra en el Chaco se halla paralizado, sin que aún existan los pliegos de bases y condiciones de los llamados a licitación.

En otras palabras, la situación de los indígenas ha servido solo para los discursos en los sucesivos gobiernos. El expresidente Fernando Lugo prometió en su primer discurso que los indígenas y los niños de la calle iban a ocupar una atención prioritaria en su gestión, pero nada de eso ha pasado. Paradójicamente, durante el gobierno de Lugo se realizó la única represión que se recuerde contra grupos de indígenas que cerraban una avenida aledaña a un local anterior del Indi.

La escasa importancia que le dan los gobiernos a la problemática indígena también estuvo reflejada en la designación de los directores del Indi, la mayoría de los cuales eran personas totalmente ajenas a dicho sector ya que, incluso, no dudaron en admitir su ignorancia y afirmaron que irían adquiriendo experiencia por el camino. “Yo no sé nada de este negocio”, se sinceró Omar Pico, nombrado durante el gobierno anterior. Tampoco lo sabe el actual presidente, según dijo: “No tengo ninguna experiencia con los compatriotas indígenas”, aunque sí la tiene en África como observador militar. Conste que el Estatuto de las Comunidades Indígenas dispone que para dirigir el Consejo del Indi se requieren “conocimientos y experiencias en materia indigenista”. El hecho de que no se cumpla con tales exigencias revela claramente que esta cuestión no reviste mucha importancia para nuestros gobernantes, por lo que no debe extrañar la situación en que se desenvuelven los pueblos originarios.

Se invoca la “raza guaraní” cuando conviene retóricamente al patrioterismo, pero poco o nada se hace para evitar, por ejemplo, que dos mujeres aborígenes mueran de frío en junio: una a las puertas de una gasolinera de Azotey y otra sobre un camino vecinal de Cerro Corá. La “política indigenista” se limita, en lo esencial, a entregar víveres o remedios para sacarse de encima a los “pedigüeños” hundidos en la miseria y en el consumo del crack. Los nativos urbanos son una penosa realidad en el área metropolitana de Asunción, de modo que no hace falta ir al interior del país para percatarse de la indigencia de los pueblos ancestrales.

El mero asistencialismo puntual tiene patas muy cortas: ya es hora de intentar seriamente que los indígenas “estén mejor” o que al menos no estén peor de lo que ya están por culpa del abandono del que han venido siendo víctimas por parte de quienes hasta los denigran comprando sus votos y practicando el prebendarismo también en el Indi.

Enlance copiado