Tras presentar su renuncia al cargo de intendente municipal de Asunción, que enlodó hasta más no poder, Óscar “Nenecho” Rodríguez se dirigió a la opinión pública para hacer de víctima y distribuir culpas, incluyendo las que corresponderían a este diario, a los contribuyentes remisos y hasta a los ediles que “aprietan” exigiendo cargos.
Afirmó que daba un paso al costado porque deseaba proteger a sus familiares y amigos, aparte de que “la oposición y la disidencia” ya tendrían los votos necesarios para destituirlo, sin importarles las observaciones compartidas por la Contraloría General de la República (CGR) y el interventor Carlos Pereira. Entre ellas se destaca la referida al empleo ilegal en gastos corrientes de 492.000 millones de guaraníes recaudados mediante la emisión de bonos para construir obras de infraestructura.
Al recurrir con ese fin al subterfugio de la “cuenta única”, el dimisionario adujo que solo cometió un “error administrativo” que, por lo demás, le habría permitido pagar los salarios del superpoblado personal. Es más, tuvo el descaro de afirmar que lo volvería a hacer, preciándose así de haber desviado fondos, defraudando a unos contribuyentes que deberán devolver el dinero a los tenedores de bonos, con intereses.
El ya imputado por compras sobrefacturadas de productos de limpieza durante la pandemia sostuvo que no cometió ningún hecho punible, pese a los contundentes informes de la Contraloría y del interventor, y de que este último ya formuló cinco denuncias penales, si bien innominadas, ante el Ministerio Público, debido, entre otras cosas, a presuntas alteraciones de datos del sistema informático, a la existencia de “cajas paralelas”, a la falsificación de planos y a la retención de cien actas de la Dirección General de Defensa del Consumidor. Así las cosas, se espera pues que el Ministerio Público haga su trabajo e inicie de inmediato las investigaciones pertinentes. Y, sobre todo, conociendo su tradicional modorra, por no decir desinterés, que avance con mucha mayor celeridad al menos en la ya iniciada con respecto a los famosos 500.000 millones de guaraníes, así como en el caso de los “detergentes de oro”.
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A estas alturas, ya es innecesario entrar en los detalles de una pésima gestión administrativa que ha ahondado la crisis financiera municipal: si Asunción es “inviable”, según dijo este singular personaje, lo que dice ser “producto de un sistema arrastrado desde hace décadas”, él no ha hecho nada para tornarla viable. Al contrario, según Carlos Pereira, la dejó “prácticamente en un estado de iliquidez”. Cuando este asumió la administración municipal el 24 de junio, todas las deudas habrían estado vencidas. Ahora casi todas estarían reestructuradas, lo que es elogiable y demuestra que, más allá de la presunta comisión de graves hechos punibles, la administración de Nenecho fue simplemente desastrosa.
El personaje de marras cerró su disparatada exposición con un anuncio que parece una amenaza al bienestar de sus conciudadanos, recogido del líder aimara Túpac Katari y repetido por Eva Perón: “Me voy, pero volveré y seré millones”. Confiamos en que la buena memoria de los asuncenos impida que ese funesto presagio se cumpla. Dado el caso, nos ocuparemos de refrescarla, aunque la cuestión no sea con este diario, sino, por de pronto, con el Código Penal y la Ley Orgánica Municipal. Para las personas de bien, es reconfortante que Asunción se haya librado de uno de los peores intendentes que haya tenido este país, siendo de esperar que la historia no se repita.
Nenecho fue la quintaesencia de la desfachatez en el ejercicio de la función pública, respaldado por un grupo de serviles en la Junta Municipal y, según él mismo y su esposa, la senadora Lizzarella Valiente, por el movimiento Honor Colorado. Duele decirlo, pero el hecho de que haya sido intendente de la capital fue una verdadera calamidad, que no debe repetirse en modo alguno. Asunción necesita un gobierno municipal ejercido por personas honestas e idóneas que no causen vergüenza ajena, o sea, todo lo contrario del que ha tenido bajo la férula de un impresentable de marca mayor.
El de ayer fue un día muy grato para quienes creen en la decencia y alienta la esperanza de un futuro mejor para los asuncenos. Ojalá que esta dolorosa experiencia enseñe que en 2026 habrá que prestar mayor atención en las urnas. Ya basta y sobra con el desgobierno padecido.