En su opinión, una “virtud” que distinguió a los líderes colorados “a lo largo de todos estos años” fue “saber interpretar el sentir popular”, tal como lo habrían hecho Nicanor Duarte Frutos y Horacio Cartes, pero no así, según parece, Andrés Rodríguez, Juan Carlos Wasmosy, Raúl Cubas Grau ni Mario Abdo Benítez. Tras afirmar que jamás olvidaría su “identidad colorada”, su “nacimiento”, dijo que con “el compañero Pedro Alliana” se está nutriendo de la doctrina y de la historia del partido para impulsar “grandes conquistas sociales”, siendo de esperar que al menos omita el capítulo del estronismo. En tal sentido, el programa Hambre Cero y el Che Róga Porã, cuyas respectivas ejecuciones han sido y son objeto de múltiples denuncias, tendrían “identidad colorada”, según Santiago Peña. Una ofensa a quienes pertenecen a otros partidos pero que pagan puntualmente sus impuestos.
Vale la pena detenerse aquí para insistir en que está obsesionado con la “identidad”: si confunde su partido con el país, no sorprende que también lo confunda, en efecto, con unos emprendimientos financiados por contribuyentes afiliados a otras asociaciones políticas o a ninguna: el dinero que estos aportan, siempre pasto del derroche y de la malversación, como el de todos, no vale menos que el proveniente de los bolsillos colorados. Los programas referidos no son un regalo de la ANR, ni mucho menos. Por cierto, a Fernando Lugo no se le ocurrió sostener en 2011, en un acto público, que los programas sociales Ñepytyvõ y Tekoporã, que habrían beneficiado a unas 120.000 familias, tenían la “identidad” del Frente Guasu. Si sería injusto sostener que la corrupción es una señal de identidad del partido oficialista, dando como último ejemplo lo ocurrido, al parecer, con Óscar “Nenecho” Rodríguez al frente de la Municipalidad de Asunción, también lo es que la ANR se apropie de ciertas políticas públicas solventadas, cabe insistir, por todos los contribuyentes.
Santiago Peña felicitó a su líder por el gran número de nuevos afiliados, sabiendo que muchos de ellos no dieron ese paso por estar de acuerdo con el ideario y la praxis de la ANR, sino porque el carnet partidario sigue siendo en gran medida la condición indispensable para ocupar un cargo público (Santi dixit). Lo fue también siempre durante los treinta y cinco años de la dictadura, cuando para ingresar en un cargo público era indispensable la afiliación, y en ciertas reparticiones se exigía hasta un “certificado de lealtad partidaria”, expedido por la Junta de Gobierno. Al cambiar de camiseta, ¿aceptó el jefe de Estado la historia de la ANR sin beneficio de inventario, es decir, también con sus sombras, que no son pocas?
La notable euforia que el aniversario del 11 de septiembre generó en Santiago Peña no justifica que, siendo el jefe de Estado, haya incurrido en ciertas asociaciones de ideas muy cuestionables ni que haya adjudicado solo a sus actuales correligionarios las bondades reales o supuestas de un par de programas sociales. En vez de intentar demostrarles que es tan adicto a la polca y al color como el más fanático de ellos, debería esforzarse por mantener alejada su investidura de la vulgar politiquería. Para bien de la patria, tendría que elevarse por encima de las banderías partidarias, sin renegar, desde luego, de su anterior militancia liberal hasta que fue candidato presidencial de la ANR. Quizá ya por experiencia propia dijo que el carnet colorado valía más que un título académico. Si quiere, puede seguir haciendo esfuerzo para demostrar que es colorado hasta más no poder, pero sin violar la ley suprema que juró cumplir y hacer cumplir.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy