Por si aún hacía falta mostrarlo, el drama sanitario del país ha quedado bien reflejado en el crudo testimonio del doctor Carlos Morínigo, exministro de Salud Pública y Bienestar Social y exgerente de Salud del Instituto de Previsión Social (IPS) que hoy presta servicios en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente (Ineram). La magra alimentación y hasta la falta de ella que sufrirían los pacientes son conmovedoras. Según dijo el citado médico, ellos necesitan proteínas, pero no hay leche y la comida que reciben suele ser lamentable. Comprensiblemente indignado, el médico reclamó que los pacientes sean tratados con respeto y que tengan un sustento digno. También dio a entender que, a veces, el personal hospitalario aporta para la compra de insumos.
En síntesis, el presupuesto del hospital no alcanzaría para que los internados sean atendidos como se debe, lo que plantea la pregunta de si la ministra María Teresa Barán ignora las agudas carencias del Ineram a la hora de elaborar el anteproyecto correspondiente. ¿Lo visitó alguna vez para observar in situ las pésimas condiciones allí reinantes? Como el hospital está ubicado en Asunción, no tendría que esforzarse mucho para enterarse por sí misma de lo que allí está ocurriendo desde ya bastante tiempo, durante su propia gestión, en el caso de que esté interesada en una solución. Debe recordarse que en febrero de 2024, partes del cielorraso cayeron sobre la cama de una anciana internada; en octubre del mismo año, familiares de pacientes denunciaron la falta de remedios para terapia intensiva. Casos como estos y el desesperado llamamiento de Carlos Morínigo, expulsado del IPS por reportar corruptelas, revelan que la ministra está mucho más interesada en inaugurar nosocomios inconclusos que en atender las necesidades del Ineram, entre las de muchos otros centros sanitarios.
Si el dinero no alcanza para que los enfermos sean atendidos con dignidad, la ministra debería al menos sugerir donde corresponda que se eliminen derroches y corruptelas diversas, como los que se denuncian con tanta frecuencia, dentro y fuera del organismo a su cargo. Por ejemplo, Itaipú Binacional empleará 700.000 dólares para “fortalecer y consolidar las costumbres navideñas del Paraguay”, es decir, las vinculadas con el nacimiento de Jesús en un humilde pesebre. En realidad, la inversión tendría que ver menos con la fe cristiana que con la economía y el turismo, según se deduce de lo dicho por el asesor de Comunicación Social, José Luis Rodríguez Tornaco: “La idea es que se alquilen los hoteles, que se carguen combustibles (...) y que haya un movimiento en materia comercial”. No está mal, pero hay otras necesidades urgentes y graves que están relacionadas con la salud y la vida de las personas. En palabras del doctor Carlos Morínigo: “Con los 700.000 dólares de Itaipú le doy de comer tres años al Ineram”. Evidentemente, entre las prioridades gubernativas no figura la salud pública. Los montajes propagandísticos no pueden ocultar sus terribles privaciones, de las que resulta víctima la población pobre, carente de alternativas, salvo que algún politicastro colorado le consiga una cama en algún hospital y alguna muestra gratis de medicamentos.
Se roba y se derrocha a mansalva, a costa de la vida de los que menos tienen, sin que se conmuevan los capitostes. El dinero público que se malversa es lo que se hubiera destinado a medicamentos y alimentos para pacientes o insumos hospitalarios: esta obviedad por lo visto pasa desapercibida para las insensibles autoridades, para no decir que, al parecer, les importa un bledo.
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Como la salud pública es cuestión de todos, su defensa exige la participación ciudadana, mediante la denuncia firme y sostenida de sus precariedades, para que las respectivas autoridades no sigan burlándose de quienes los mantienen con los impuestos que pagan.