Cierre de mercados al aceite de coco se debe a baja calidad del producto

Ante la información de que empresas aceiteras dejarían de operar por la pérdida de mercados en Argentina, Brasil y Uruguay, el doctor Carlos Loup, conocedor de la producción e industrialización del coco, dijo que la situación se da por la baja calidad del derivado, a causa de que el agricultor cosecha los frutos no maduros y los comercializa en las fábricas.

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El doctor Carlos Loup dijo que la pérdida de mercados, como los de la Argentina, Brasil y Uruguay, se debe a varios factores, y uno de los principales es, sin dudas, el mejor precio ofertado por Malasia (Asia). Agregó que esta situación se presenta, sobre todo, por la cadena que se da cuando el productor cosecha el fruto no maduro o “cacheado”, que es comprado a un bajo precio por los industriales.

Al procesar la materia prima no madura, los industriales obtienen un aceite de pésima calidad, que no tiene posibilidad de competir a nivel internacional, por lo cual se pierde mercado.

“Lastimosamente, este es un problema de los industriales, que ellos mismos deben arreglar. El Gobierno no tiene nada que ver, pues este es un problema del mal manejo del sistema de acopio de frutos”, expresó.

“El industrial debe evitar el cacheo, no debe recibir coco cacheado ni a mitad de precio y, sobre todo, fomentando el cultivo racional del mbokaja”, enfatizó Loup.

El profesional recordó que Paraguay posee una producción total de unos 7.500.000 kilos de aceite de almendra al año, de los cuales 2.500.000 quedan en el mercado interno, especialmente en las jabonerías. El resto constituye una cantidad no significativa, que no da motivo para pelear en el mercado internacional.

“Además, tropezamos con una realidad: no se cuida, no se mezquina la calidad de nuestro aceite”, indicó. Explicó que casi ninguna fábrica del país posee un laboratorio de control de calidad medianamente montado, por lo que el seguimiento de la calidad del aceite en proceso es nulo.

“No hablemos de la calidad de los otros productos y subproductos. No hay profesionales químicos contratados en las industrias, salvo técnicos de nivel medio”, señaló.

El doctor Loup dijo que el agricultor no tiene una motivación real para dedicarse a producir coco, porque no conoce las ventajas que le puede dar el cultivo racional del rubro.

“Hay que enseñarle al campesino que el cultivo del coco puede ser una alternativa muy válida. Es fácil de cultivar, se puede seguir utilizando la misma parcela con cultivos asociados, no exige mayores cuidados y le proporciona ingresos en un período de cuatro a cinco meses, durante más de 90 años”, dijo.

Si el productor cultiva 725 plantas por hectárea, en una zafra puede obtener entre 600 y 700 cajones de frutos. A un precio mínimo de G. 8.000 el cajón, lograría un ingreso de G. 4.800.000, refirió.

Hay que tener en cuenta que al evitar el cacheo, los desechos bajan a un máximo de 5%. Los frutos son de mejor calidad y arroja mayor rendimiento que el silvestre.

Esta calidad y rendimiento justifica que el industrial pueda pagar hasta G. 12.000 el cajón, por lo que el ingreso del campesino llegará a G. 7.200.000.

De esta forma, con dos hectáreas, el agricultor logra hasta G. 14 millones al año.

No al coco “cacheado”

Según el Dr. Carlos Loup, los industriales deben dejar de comprar coco no maduro o “cacheado”, ni a precio inferior. También tienen que emprender una intensa campaña de concienciación entre agricultores acerca de terminar con esta nefasta práctica del cacheo. También, cada empresa debe promover el cultivo racional de mbokaja entre los productores de su zona de influencia y saldrán ganando todos.

“Los industriales deben salir a buscar mercado, llevando la muestra de la calidad de sus aceites y respaldados por el volumen. El precio competitivo se dará recién cuando nuestro país tenga cultivos racionales de mbokaja para generar volumen de aceite a ofrecer y, sobre todo, calidad”, finalizó.

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