Cargando...
ENCARNACIÓN (José González, de nuestra redacción regional). Doña Canuta Olmedo Cabaña nació el 19 de enero de 1910, pero festejó sus 106 años el 30 de enero. Esperó que se juntaran sus familiares que viven en Paraguay y en Posadas para la celebración.
Comentó que se casó en 1927 con Natividad Estigarribia, también excombatiente de la contienda chaqueña, y tuvieron trece hijos. Su cónyuge falleció a los 99 años de edad después de 80 años de matrimonio.
A los 22 años, la Guerra del Chaco la llevó a doña Canuta a Concepción, ciudad en la que se desempeñó inicialmente como lavandera. Luego ejerció la enfermería y después llegó a ser madrina de guerra.
La historia de esta heroica mujer paraguaya no difiere mucho de los más de 400 excombatientes que vivieron en distintos puntos fronterizos de la provincia de Misiones, Argentina, y conformaron la Unión Paraguaya de Veteranos de la Guerra del Chaco, de los cuales solo quedan tres.
La mayoría, perseguidos políticos, tuvieron que pasar la frontera y afincarse en esta provincia. Un primer contingente llegó en el año 1947 (los liberales), y desde finales de la década del 50 empezaron a recalar por estas tierras liberales, febreristas, comunistas y adherentes al Mopoco (Movimiento Popular Colorado).
“En la guerra lavé la ropa de los heridos, pero también muchas vidas recuperé; les daba de comer. Había jóvenes que ya estaban entregados, y los ayudé a recuperarse”, recordó doña Canuta Olmedo Cabaña.
Después de la contienda bélica, doña Canuta y su esposo, lejos de ser reconocidos por defender la heredad de Paraguay, fueron confinados al distrito de Repatriación, departamento de Caaguazú.
Una negra etapa
Ya en época del régimen dictatorial del Gral. Alfredo Stroessner, pasaron a ser perseguidos políticos por ser “comunistas”. Doña Canuta evocó que una madrugada los militares atacaron a la comunidad y “rociaron de balas la casa de los vecinos”, entre ellas, la suya. En medio del tiroteo, su hija Margarita, de apenas 17 años, recibió un impacto y falleció.
Esa madrugada, Canuta, su esposo e hijos fueron encarcelados. Años después (ya no recuerda cuántos), lograron la libertad y huyeron hacia Posadas, con lo que tenían puesto.
Entre nietos, bisnietos y tataranietos, suman unos 300 los descendientes de esta abuela, que se mostró feliz durante el festejo de su cumpleaños junto a quienes la rodean.