Fátima González, de 24 años, oriunda de la compañía de 3 de Mayo de Yuty, departamento de Caazapá, tras someterse a un aborto realizado aparentemente por un personal de blanco, sufrió la resección del intestino delgado, realizado por succión y raspado. Ya en Encarnación, los médicos del Hospital Regional le realizaron una laparotomía exploratoria. Su estado es delicado, aunque se encuentra estable.
A raíz de que le extirparon casi todo el intestino delgado, se “restringe sus posibilidades alimentarias a la llamada nutrición parenteral”, según explicó el médico forense Aldo Von Knobloch Peña, del Ministerio Público, y la asistente del fiscal Bettina Valdez, quienes concurrieron al nosocomio público.
En este tipo de aborto, un instrumento afilado y curvo, conectado a una máquina de aspiración, se introduce en el útero a través del cuello uterino, dilatado, abierto previamente, y el feto es destrozado y por aspiración convertido en una emulsión. Desgraciadamente, en el caso de esta mujer, aparentemente el instrumento afilado perforó la pared uterina, invadió la cavidad corporal, y no solo el feto fue aspirado dentro de la máquina, sino también su intestino delgado –que mide de 3 a 5 metros–, excepto una pequeña porción (unos 14 centímetros) que se salvó.
En el hospital, esta realidad se torna latente, con las frecuentes consultas de mujeres que llegan a atenderse con desesperación luego de haber abortado en la clandestinidad. Los familiares de González pretenden trasladarla a Buenos Aires, con el propósito de que sea trasplantada, de lo contrario, tendrá que vivir nutriéndose de manera parenteral.
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“Lamentablemente es una constante en nuestro hospital la atención a pacientes que acuden tras haberse practicado un aborto. Se trata de mujeres jóvenes, en estado de shock y con cuadros de sepsis”, afirmó el médico de guardia.