El Sumo Pontífice asegura deberle mucho a paraguaya Esther Ballestrino

En el libro “El Jesuita”, de Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti, el papa Jorge Bergoglio habla de los momentos fundacionales de su vida. Además, destaca su primer trabajo con una gran mujer paraguaya, a quien consideró una jefa extraordinaria, Esther Ballestrino de Careaga.

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El Papa resalta en el texto, en primer lugar, el papel del trabajo en su vida, actividad mediante la cual conoció y admiró a la citada señora. Ella era perseguida por sus ideas políticas en Paraguay. Militó desde muy joven en la Concentración Revolucionaria Febrerista, antecesora del Partido Revolucionario Febrerista. En 1947 buscó refugio en la Argentina.

Decía entonces el actual Pontífice: “Le agradezco tanto a mi padre que me haya mandado a trabajar. El trabajo fue una de las cosas que mejor me hizo en la vida y, particularmente, en el laboratorio aprendí lo bueno y lo malo de toda tarea humana (…). Allí tuve una jefa extraordinaria, Esther Ballestrino de Careaga, una paraguaya simpatizante del comunismo que años después, durante la última dictadura, sufrió el secuestro de una hija y un yerno, y luego fue raptada (…) y asesinada. Actualmente, está enterrada en la iglesia de Santa Cruz. La quería mucho. (…) Me enseñó la seriedad del trabajo. Realmente, le debo mucho a esa gran mujer”.

Cabe recordar también que Esther Ballestrino, quien había nacido en 1918, se recibió de maestra normal y luego de doctora en bioquímica y farmacia. En su juventud fue organizadora del Movimiento Femenino del Paraguay y fue su primera secretaria. Luego, cuando ya residía en Argentina, continuó sus labores de solidaridad con los paraguayos exiliados por su oposición a la dictadura de Alfredo Stroessner, según consta en la página web Desaparecidos (www.desaparecidos.org).

Después de la desaparición de sus yernos y de una de sus hijas en 1976 y 1977, Esther trabajó con Madres de Plaza de Mayo, en la que fue una de sus principales organizadoras, y además colaboró con la organización Familiares y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.

Posteriormente, el 8 de diciembre de 1977, la paraguaya a quien admira el papa Francisco fue secuestrada junto a 11 otros familiares de desaparecidos que se reunían en la Iglesia de Santa Cruz, después de ser señalados por el capitán naval Alfredo Astiz, conocido como “el ángel rubio de la muerte”. Esther fue llevada a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y fue asesinada, cuando tenía 59 años.

Astiz, quien en aquel momento se había infiltrado en la Iglesia de Santa Cruz como un supuesto hermano de un desaparecido, a fines del año pasado fue condenado a cadena perpetua junto con otros 11 integrantes del aparato represivo de la dictadura militar de 1976 a 1983 en el país vecino.

Vocación del joven Bergoglio

Volviendo otra vez a la biografía de Jorge Bergoglio, el citado libro dice que cuando él rondaba los 17 años, un 21 de setiembre (día en que en Argentina los jóvenes celebran el día del estudiante), se preparaba para salir a festejar con sus compañeros. Pero decidió arrancar la jornada visitando su parroquia. Cuando llegó, se encontró con un sacerdote que no conocía y que le transmitió una gran espiritualidad, por lo que decidió confesarse con él. “En esa confesión me pasó algo raro, no sé qué fue, pero me cambió la vida; yo diría que me sorprendieron con la guardia baja”. Más de medio siglo después lo interpreta así: “Fue la sorpresa, el estupor de un encuentro; me di cuenta de que me estaban esperando. Eso es la experiencia religiosa: el estupor de encontrarse con alguien que te está esperando. Desde ese momento para mí, Dios es el que te ‘primerea’. Uno lo está buscando, pero Él te busca primero. Uno quiere encontrarlo, pero Él nos encuentra primero”.

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