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El método que permitió obtener este logro se basa en el juego de imitación propuesto por el “padre” de las computadoras, el británico Alan Turing, para verificar si una máquina es capaz de “pensar”.
El test de Turing consiste en un desafío entre el hombre y la computadora, que busca determinar si una máquina puede comportarse como un “humano” en la toma de sus decisiones.
Se usaron un programa de inteligencia artificial y dos grupos de robots, uno de los cuales es capaz de aprender e imitar los movimientos del otro.
La tarea de la inteligencia artificial fue reconocer el grupo que imita al otro: un objetivo que la máquina logró plenamente, simplemente observando con atención los movimientos de los robots.
“La ventaja de este enfoque es que el hombre ya no tendrá que dar instrucciones a las máquinas”, observó Roderich Gross, que coordinó la investigación.