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“Entrego las llaves de la ciudad al rey Momo (...) Ahora es él quien deberá resolver los embotellamientos y las obras para los Juegos Olímpicos” de 2016, bromeó Paes, que vestía un sombrero panamá y una camiseta con el símbolo del 450º aniversario de Río, que se cumple el 1 de marzo.
La orquesta se libró entonces a la samba y el rey Momo se lanzó entonces en un frenético baile con infinita gracia y habilidad, pese a su redondeada figura.
La tradición indica que el rey Momo debe ser gordo, para simbolizar los excesos –aunque la obligación de pesar más de 110 kilos fue derogada en 2004–, así como ser un excelente sambista. El jefe del carnaval es elegido cada año en un concurso.
Con una gigantesca sonrisa, cargando una gran corona plateada y vestido con un bléiser con los mayores monumentos de Río de Janeiro como el estadio Maracaná y los Arcos de Lapa bordados en lentejuelas, el rey Momo dio inicio al maratón anual de samba.
Millones de cariocas y 977.00 turistas bailarán por las calles y en las gradas del Sambódromo sin parar, disfrutando de los más de 35 ºC del verano carioca y dejando a la ciudad ingresos por más de 1.200 millones de reales (USD 420 millones).
El rey Momo es el encargado de inaugurar en el Sambódromo el carnaval “oficial”: los lujosos desfiles de las 12 grandes escuelas de samba en las noches del domingo y lunes, cada día frente a unos 70.000 espectadores, donde compiten por el título de campeona del carnaval.
Será el primero a desfilar cada noche por los 700 metros de la avenida Sapucaí, como se conoce la pista del Sambódromo diseñado por el fallecido arquitecto Oscar Niemeyer.