La visita que transformó al Paraguay

Un día lluvioso y en momentos en que las relaciones entre la Iglesia y el Estado estaban totalmente deterioradas, hace 30 años, arribaba al Paraguay el papa Juan Pablo II. Nueve meses después caía a cañonazos la sangrienta dictadura de Stroessner.

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Los días previos a la visita de Juan Pablo II transcurrían en un ambiente tenso. La dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) se enfrascaba en una campaña para desacreditar a la jerarquía de la Iglesia, que en las personas de los obispos Ismael Rolón, Mario Melanio Medina, Aníbal Maricevich y sacerdotes de la talla de Américo Ferreira, Domiciano Ramírez y otros, denunciaban las graves violaciones de los derechos humanos en el Paraguay. Las libertades públicas estaban cercenadas, con medios de comunicación clausurados, políticos en las cárceles y numerosos compatriotas exiliados. Imperaban la corrupción y la prepotencia. Y aún con este panorama, la propaganda stronista afirmaba que Juan Pablo II realizaba una visita como jefe de Estado.

Sin embargo, la realidad fue todo lo contrario; el Pontífice vino para apoyar la labor pastoral de la jerarquía, de los laicos y de la feligresía en general que aspiraba el cambio político.

La presencia del Mensajero del Amor fue histórica. Se dio un 16 de mayo de 1988 bajo una torrencial lluvia, que por poco desvió su vuelo hacia Corrientes.

Para el pueblo católico fue la visita esperada de su vida. Toda una generación la vivió muy de cerca y otra a través de relatos, hasta que tuvo la satisfacción de ver a otro papa, Francisco, cuando visitó el país en julio de 2015.

Juan Pablo II estuvo tres días (16, 17 y 18 de mayo) entre nosotros. Los pesimistas decían: “Paraguay no tiene la infraestructura”, “Stroessner no lo va a permitir”, porque la Iglesia quiere derrocarlo. Y también estaban los anarquistas que decían: “Vendría el fin del mundo si el Papa llegara al Paraguay”. Pero sin dudas, su presencia fue iniciativa de la Iglesia.

La imaginación se hizo realidad cuando la gente vio con sus propios ojos y en el papamóvil a Juan Pablo II aquel 16 de mayo cuando se dirigía y llegaba a Ñu Guasu. Con una gran sonrisa saludó y ofició la misa, durante la que canonizó a San Roque González de Santa Cruz y compañeros mártires.

Estuvo tres días entre nosotros. Visitó Caacupé, Villarrica, Encarnación y el Chaco. El Paraguay vivió momentos inolvidables en cada una de las jornadas. Ante Stroessner dijo: “No se puede arrinconar a la Iglesia en sus templos, como no se puede arrinconar a Dios en la conciencia de los hombres”.

“El Papa quiere proclamar ante vosotros, constructores de la sociedad, la certeza de que la verdad debe ser la piedra fundamental, el cimiento sólido de todo el edificio social”, dijo a los Constructores de la Sociedad. A los jóvenes llamó a no transigir con la mediocridad, sino ser fermento de la nueva sociedad. Invitó igualmente a renunciar a la corrupción del alma y del pensamiento. “Si un árbol está seco y los jóvenes quieren hacerlo florecer, pueden hacerlo”, fue otro desafío que lanzó a los jóvenes. Retornó a Roma, y en febrero del 89 caía a cañonazos la dictadura de Stroessner.

Misa en la Catedral

Su visita y la canonización de Roque González de San Cruz y compañeros mártires se recordarán hoy en una misa a las 19:00 en la Catedral Metropolitana. El acto será presidido por el arzobispo de Asunción, Mons. Edmundo Valenzuela.

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