María impregnó la casa de fragancia

Jesús siente una vez más el deseo de pasar a visitar a sus amigos en la casita de Betania, allí vivían María, Marta y Lázaro; lugar que para Él significaba familiaridad, amistad, descanso y hasta quizá, un espacio doméstico desde el cual también compartir sus enseñanzas pero de un modo mucho más ameno, como cuando nos visita un amigo muy querido y queremos aprovechar todo lo que él sabe y conoce y se lo preguntamos sin temor.

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“María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume” (Jn 12, 3).

Ante la presencia de un amigo especial, siempre colocamos lo mejor que tenemos para ofrecerle; la mejor comida, la mejor vajilla, el mejor mantel, tratamos de que el ambiente sea el mejor posible para que la persona que se hospeda con nosotros pueda en verdad disfrutar de la casa y sobre todo de la compañía de sus anfitriones.

El paso entonces de Jesús por la casa de sus amigos tiene un significado sumamente rico que manifiesta por un lado la capacidad del Señor para establecer relaciones profundas con las personas, ya que allí mismo, en esa casa, él llamará la atención a Marta cuando ella se deja abrumar por los quehaceres, reconocerá a María como quien ha escogido la mejor parte que nadie le quitará y será también en Betania donde el Maestro llorará la muerte del amigo a quien amaba mucho.

Por otro lado, el gesto de María que unge los pies de Jesús nos indica el reconocimiento que ella hace de la realidad mesiánica del Señor; una mujer muy sencilla es capaz de entender que quien estaba visitando su casa era verdaderamente alguien más que especial y por eso no duda en ofrecerle lo más caro que poseía con toda generosidad. ¡Y la fragancia de ese “gesto” inundó toda la casa! 

Lo mejor al amigo 

Este pasaje quizá nos lleva hoy a pensar en nuestros amigos; personas especiales que han ido apareciendo en nuestras vidas y que sin duda llenan de alegría nuestros días, nuestros momentos. Personas significativas que tienen un lugar muy especial en nuestros corazones. Jesús mismo quiso tener amigos, y hasta en un momento nos dijo que él ya no nos llama siervos sino amigos porque vino a compartir con nosotros todo lo que él conoce de su Padre.

Entender el don de la amistad desde la perspectiva de Jesús puede ayudarnos a comprender mejor el tesoro que tenemos muchas veces al lado y que tal vez no aprovechamos como deberíamos.

La amistad, en la clave que el Señor enseña, implica cuidar a nuestros amigos, él en su momento corrigió fraternalmente a Marta, y es sano que eso se dé también con nuestros amigos; cuando sentimos que alguno se desvía del bien, cuando vemos que están queriendo meterse en cosas que pueden dañarlos, cuando cambian de actitud y se cierran, en fin, esos son momentos en que como buen amigo debo acercarme, escuchar, corregir, abrazar, comprender y sobre todo amarlos. ¡Eso es cuidarlos! 

María derramó perfume a los pies de Jesús, y la fragancia tomó toda la casa. Una verdadera amistad busca difundir sobre todo, las virtudes del amigo a quien apreciamos, un verdadero amigo resalta siempre los aspectos positivos de la persona a quien estima, una amistad madura busca impregnarse siempre de los mejores valores del otro y ofrece a su vez lo más especial de uno mismo.

María ofreció un perfume caro ante Jesús, este le ofreció la Vida plena.

Imitar el gesto

Seguro que si nos tocara a nosotros hoy la oportunidad de estar en aquella casita de Betania y entrara Jesús con el cansancio del camino, no dudaríamos en arrodillarnos a sus pies para imitar el gesto de María.

¿Tenés algún amigo que pasa por un momento difícil? ¿Estás leyendo estas líneas y te acordaste de un amigo enfermo al que hace tiempo no visitás? ¿Recordás que por un mal entendido se cortó una amistad de años que era sumamente hermosa? ¿Y qué pasó con tu amigo que te dijo que necesitaba compartir algo que le tenía muy triste y hasta hoy no se vieron? 

Uno de los dones más preciosos que podemos ofrecerles a las personas significativas de nuestra vida es sin duda alguna, nuestro tiempo. Ungirlos hoy es donarles nuestra presencia, nuestra mirada, nuestro abrazo, el apoyo que buscan; y el perfume más caro que podemos regalarles será la amistad con Jesús. No tengas miedo de presentarle a un amigo querido a Cristo, para que su vida se impregne con la fragancia del Amor.

Oremos 

Jesús, gracias por tu ejemplo de amistad, y por el don de la vida de nuestros amigos. Desde el fondo del corazón hoy rezo por cada uno de ellos; dales fortaleza, salud, alegría, consuelo y paz. Y a mí, poder ofrecerme con generosidad como instrumento del bien para la vida de mis amigos. Amén.

¡Paz y bien!

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