Cambio climático

Esas lágrimas en las caras de madres con criaturas en brazos y otras detrás, con el agua llegando a las rodillas, son la expresión sensible de lo que ocurre cuando los seres humanos no respetan el hábitat con criterio de equilibrio y, menos aún, el comportamiento de la naturaleza, que por momentos se vuelve violenta.

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No hay seres humanos anfibios que pueden vivir en el agua y en la tierra alternativamente, como por ejemplo las ranas, de modo que quienes se ubican en territorio periférico de una corriente de agua, necesariamente se verán invadidas en algún momento de creciente y tendrán que abandonar sus viviendas.

Respetuosos de la naturaleza, nuestros abuelos nunca construían sus viviendas al borde de los arroyos, nunca se exponían a cruzar con sus carretas estos cauces durante la lluvia y mientras llovía, y peor aún, si eran con tormentas eléctricas ni se atrevían a salir de la casa.

Sus viviendas eran rústicas pero seguras: elegían lugares elevados para construir, los mejores horcones de urundey para sus pilares y el techo de paja era suficiente para evitar goteras, además de aislar la construcción con piedras para alzar el piso por encima del nivel del terreno. Un rancho caído era motivo de unión y solidaridad comunitaria para volverlo a hacer en poco tiempo.

Las concentraciones urbanas como resultado del crecimiento demográfico, el consumismo, el prebendarismo mezclado con populismo y la agresiva intervención económica sobre los recursos naturales, cambiaron las cosas para mayor sufrimiento de quienes creen que aproximándose a las ciudades se les contagiará milagrosamente un mejor nivel de vida.

Las lluvias siguen siendo lluvias, las tormentas, los rayos, las sequías, el calor, la humedad, los ríos, arroyos... aunque ahora con mayor intensidad . Lo que cambió fue producto de la intervención humana en el ecosistema: fábricas que contaminan el aire y el agua, vehículos y pavimentos, represas, hidrovías, acondicionadores de aire, deforestación, químicos utilizados indiscriminadamente en la producción intensiva.

Entonces ocurren las tragedias “naturales” como los raudales que se “tragan” vehículos, casas y personas, o las inundaciones que cubren hasta el techo las viviendas de barrios enteros.

Se repiten las “soluciones” parches con más chapas y terciadas para las viviendas precarias o se cargan más vehículos en las calles, se tiran más productos químicos, chimeneas y bolsas de plásticos de los supermercados para hacer crecer la economía. Pero este cambio climático del que tanto se habla es en realidad un castigo al cambio del comportamiento humano sin respeto a la naturaleza.

Es el ser humano el modificador del ecosistema natural, que cuando se instala introduce nuevos componentes con la intención de adaptarse y adaptar los elementos a su condición, pero casi siempre lo hace sin poner atención en la necesidad del equilibrio.

Y bueno, las reacciones tenían que llegar porque como se dijo desde el principio, así como el ser humano es el causante de las modificaciones introducidas en la naturaleza, será y es también su principal víctima, muchas veces fatales y trágicas.

Se responde a este desenlace con intentos desesperados de lograr macroacuerdos políticos mundiales para no destruir totalmente nuestro hasta ahora único hogar, el planeta tierra, pero mientras llega esa decisión –si es que llega– podemos concretar el cambio que se traduzca en adecuación de conductas y escalas de valores respecto al medio que habitamos, tarea para lo cual no hay maestros ni escuelas, pero en la que todos tendremos que ser alumnos. Marãpa jajohodéta che irû, nde ha che nañacambiáiramo, ndaiporimo’ãi cambio.

ebritez@abc.com.py

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