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La otra cara de la moneda confirma la misma conclusión. La madre de todas las pobrezas es la ignorancia. Quien no tiene conocimientos y no sabe encontrarlos, asimilarlos y además producirlos para resolver los problemas que se le presentan, no puede salir de la pobreza. Es, por ejemplo, la pobreza absoluta de todo bebé. Vive en la indigencia total. Solo en la medida en que al crecer vaya aprendiendo, gracias a la educación, en esa medida tendrá capacidad para ir sabiendo resolver problemas de supervivencia, cultura y desarrollo integral, para poder vivir con calidad.
Los países actualmente ricos, con renta per cápita más alta, son todos países que producen conocimientos. En Estados Unidos la riqueza ciertamente no viene de la agricultura, que representa solamente el 3% del producto interno bruto. Es el país con más patentes cada año por sus descubrimientos. China ha salido de la pobreza y se ha convertido en una potencia económica por su producción de conocimientos de alto nivel científico. Corea del Sur, Singapur, Taiwán, Japón deben su riqueza a la producción de conocimientos. Son países que han invertido en “auténtica” educación hasta el 15% y el 20% del producto interno bruto durante años.
Nuestra educación se arrastra en la miseria de escuelas hasta con alumnos bajo árboles e invirtiendo 3,9%, del PIB, algo más de la mitad del mínimo necesario según la UNESCO. El MEC debería investigar qué clase de conocimientos ofrece para que los estudiantes se los aprendan, comprobar si hay profesores que enseñan a producir conocimientos, dicho profesionalmente si superaron el cognitivismo ofreciendo sobre todo el constructivismo y el conectivismo. Y, desde luego, dicha investigación debería explorar cuál es el nivel de conocimientos que asimilan, porque en la apropiación de conocimientos hay diversos niveles específicos que la epistemología y la pedagogía tienen clasificados, y no basta con poder repetir los conocimientos que otros produjeron, sobre todo si esos conocimientos son ya caducos.
A los conocimientos se llega por el pensamiento y tal vez las deficiencias en la capacidad de producir conocimientos tengan su raíz más profunda en la limitada capacidad de pensamiento, porque no se ha enseñado ni se ha aprendido a pensar. Hay indicios suficientes para sospechar que muchos egresados, también universitarios, no aprendieron a pensar con eficacia en diversos modos de pensar.
Siempre ha sido necesario saber pensar. En la sociedad de la información y el conocimiento hace falta tanto como hace falta alimentarse para vivir. Más todavía si se tiene en cuenta que hay factores del progreso tecnológico, inmersos en la vida cotidiana, que están provocando estados mentales manipulados, que bloquean la mente e impiden la reflexión. La saturación e invasión ininterrumpida de impactos y mensajes, los persuasivos ocultos, los mensajes en percepción subliminal, la aceleración de las imágenes en los lenguajes de televisión en publicidad o películas, la provocación con estímulos que tocan el subconsciente, el bombardeo de noticias hiperviolentas, el estrés y ritmo acelerado de la vida, etc. dificultan la posibilidad de reflexionar para procesar lenta y asimilativamente los estímulos de calidad que merecen nuestra dedicación mental consciente.
Es sabido y parece masoquismo repetirlo, que Paraguay está en últimos puestos del ranking internacional de rendimiento educativo en todos los niveles del sistema educativo, somos conscientes de lo que está pasando, ¿por qué no reaccionamos? ¿Qué estamos esperando? El porcentaje del Presupuesto de Gastos de la Nación destinado a investigación es uno de los más bajos de América; el sueldo que se paga a los profesores de universidades por hora es más bajo que el de un chofer; la producción intelectual con publicación de libros y artículos profesionales en revistas especializadas es nula para la mayoría de los profesores y rectores. El cambio para salir de la pobreza debe girar 180 grados.