Controlar y contralor

Amaneció nublado en Washington DC el jueves pasado, día en que James Comey (el destituido ex director del FBI) compareció ante el Senado a dar su testimonio. En un solo día, llamó cinco veces “mentiroso” al presidente norteamericano Donald Trump y aseguró haberse documentado para probar sus acusaciones.

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De ser uno de los principales socios que tuvo Trump en el proceso electoral, Comey pasó a convertirse en uno de sus peores enemigos: sobrados ejemplos hay de que no existe nada peor que un amigo devenido en enemigo. Son lo que en periodismo llamamos “viuditas del poder”, gente que del día a la noche pierde sustento con el poder. El resentimiento guarda abundantes secretos en su armario.

Pero no fue eso lo que despertó nuestra atención.

Desde muy temprano, una larga cola de ciudadanos norteamericanos formó fila afuera del Capitolio para ingresar y presenciar el interrogatorio. En zapatillas, con mochilas, con sacos y corbata, formalmente ataviados o informalmente vestidos, muchos ciudadanos norteamericanos asistieron al interrogatorio. Habituados a la transparencia y control ciudadano, algunos varios la ejercieron ese día. 

Desde el 2013, Horacio Cartes imprimió trámite a la transparencia de la mayoría de los actos públicos en Paraguay: informaciones de los tres Poderes empezaron a subirse a internet. Y lo que no se sube, se puede preguntar.

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Claro que, como en todas las cosas, hay serias excepciones de casos en los que su gobierno no quiere que nos enteremos (como por ejemplo el currículum de su comandante de las Fuerzas Militares o los volúmenes de negocios del tabaco y los cigarrillos).

Lo que tampoco se puede negar es la indiferencia de muchos compatriotas para involucrarse en el control ciudadano. Gente que no quiere ser estorbada en el tranquilo discurrir de su ciudadanía. Paraguayos que no quieren ser interpelados con la pobreza, la injusticia o las marginaciones. Todavía nos cuesta entender que la ciudadanía tiene en sus manos armamentos que nada tienen que ver con la violencia, sino con la participación. El derecho a preguntar, reclamar, exigir y controlar que se cumplan con las promesas y con lo que ordena el sistema.

Por cierto, el mismo día que los norteamericanos formaban fila para oír qué tenía que decir el otrora poderoso número 1 del FBI en Washington, un oyente de ABC Cardinal pidió que se escucharan más músicas y chistes y menos informaciones.

Estuve de acuerdo con él. Cumpliré su pedido cuando bajen las aguas y se deje de atropellar el Parlamento, cuando se garanticen elecciones con listas abiertas, cuando los víveres lleguen al sur y tengamos mejores caminos; cuando no despidan a la gente por persecuciones políticas, no maten a un líder juvenil ni mutilen a un diputado, cuando no se caigan más las escuelas; cuando acabe la impunidad, el tráfico de influencia, las malversaciones y despilfarros.

Espero poder cumplir pronto mi promesa.

mabel@abc.com.py

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